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Panorama político bonaerense: Los efectos de Santa Fe

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Dos efectos que se vienen percibiendo desde principios de año pero que la elección de Santa Fe acaso potenció dominan por estas horas la conversación política en la provincia de Buenos Aires. 1) Los réditos que puede acarrear un estilo de campaña no confrontativo en un escenario con un nivel de indecisos aún alto. 2) El porcentaje de ausentismo en las urnas y su relación con el segmento de la población más enojado con la política.

Aunque en las dos coaliciones mayoritarias se habla de ambas cosas, el primero de esos efectos es eje de las elucubraciones en Juntos por el Cambio. La perfomance de Maximiliano Pullaro, el candidato que hizo campaña sin responder a las durísimas acusaciones que le lanzó Carolina Losada, y que en cambio se pasó casi dos años recorriendo toda la geografía santafesina, literalmente pueblo por pueblo, es lo que está bajo la lupa.

Trasladar las experiencias de una provincia al orden nacional o a otra provincia siempre es problemático. Hay demasiadas especificidades involucradas, las agendas y los actores no son los mismos. Pero así y todo, en el campamento de Patricia Bullrich se encendieron luces amarillas: no tanto porque perdió la candidata que ella apoyaba, sino porque esa derrota podría demostrar que el estilo duro no es tan rendidor como se pensaba hace apenas unos meses.

Ese razonamiento, que parece asomar en el nuevo spot de la precandidata, de un tono mucho más moderado que el “todo o nada” anterior, se conecta con un fenómeno entre técnico y social que también Santa Fe confirmó: el bajo nivel de acierto  de las encuestas. Sobre todo las electrónicas, que son las que le dieron preeminencia hasta ahora a Bullrich en territorio bonaerense ¿Y si ese diagnóstico también es erróneo?

Son especulaciones, pero que bastaron, al parecer, para una revisión profunda de la estrategia por parte de la exministra, que trasladará a Buenos Aires dos tercios de las actividades de los que resta de la campaña. Hay un desafío no menor para ella: si a medida que se acercan las elecciones la “mayoría silenciosa” hace sentir su peso, un giro discursivo al centro no parece una solución lineal. Ahí está Javier Milei, irreductible, para morder el voto duro que ese eventual viraje podría hacerle perder a Bullrich.

En el campamento de Horacio Rodríguez Larreta cruzan los dedos pero son muy cautos. Están convencidos de que Diego Santilli le gana con amplitud a Néstor Grindetti, pero aceptan que la pelea Larreta/Bullrich está muy pareja. “La moneda está en el aire”, definen. Un dato a tener en cuenta: las encuestas en las que apoyan ese diagnóstico marcan un nivel altísimo de votantes que aún no definió su elección.

El punto dos

UP también mira aquella elección provincial, pero fija la vista en el otro dato emergente: el bajo nivel de participación que otra vez asomó. Para entender por qué, específicamente, los preocupa, hay que linkear con otro insumo que aportan los focus group: los que no van a votar nos los ciudadanos enojados, y entre ellos son legión los que tiene cuentas pendientes con el gobierno. Por eso, en la provincia hablan de un objetivo: lograr que el 70%, como mínimo, vaya a votar.

Es un primer paso, apenas una condición de posibilidad. Después tiene que lograr que los elijan. O que vuelvan a hacerlo, porque en la lectura de UP de lo que se trata es de recuperar voto: “en 2021 perdimos cuatro millones de votos (a nivel nacional) pero JpC no sumó” es una observación ya vieja pero que se recicla como razón de una estrategia que, como se contó acá, anclará en lo territorial.

Por eso un foco de UP será el Conurbano. Axel Kicillof se mostrará con Sergio Massa tres veces a la semana, según una agenda provisoria que manejan en La Plata. Y después de cada acto habrá contacto personal con la militancia. El objetivo: motivar para ir a buscar al votante reticente o fastidiado. Es una tarea complejísima, que el contexto económico entorpece.

El acuerdo con el FMI es, en ese plano, un expediente vital aunque alejado en términos discursivos de la realidad cotidiana de las mayorías. Massa parece resignado a un cierre corto –hasta después de las PASO y con desembolsos que sirvan apenas para los repagos de ese periodo- pero que le asegure estabilidad. Es que las fluctuaciones del dólar son su peor enemigo, en términos electorales, en el corto plazo.

Tenga o no la foto en Washington coronando un acuerdo, el precandidato habilitará las medidas para terminar de recibir la bendición del organismo: adelanto de Ganancias para grandes empresas. impuesto país a algunas importaciones y nuevo dólar campo, tal como aquí se adelantó. Kicillof lo apoya: a esta altura no quedan muchas alternativas. Pero Massa sabe que es solo un primer round: si el acuerdo finalmente es como se vislumbra, deberá volver a negociar después de las PASO. Y para eso es esencial un buen resultado: de lo contrario el organismo podría tener incentivos a conversar más con opositores que con él. Otro significado de “no hay octubre sin agosto”, el mantra que más repiten en UP por estas horas. (DIB) AL

Por Andrés Lavaselli

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