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Los sindicatos que ya no aturdan con más violencia y amenazas

La ciudad no los aguanta con estos niveles de pobreza, desocupación e inseguridad. 

El STM disfrutó del mismo estándar de reconocimiento electoral que el intendente Guillermo Montenegro. Reelegidos por los ciudadanos y por afiliados al sindicato, casi simultáneamente, Guillermo Montenegro y Antonio Gilardi, en sus últimos 4 años convivieron en un vergel para sus aspiraciones.

Próximos a arreglar un aumento del 15 % a los premios, los municipales  montaron la peor de las escenas en el Concejo Deliberante. Instalaron un clima de violencia y graves amenazas en un debate sobre estacionamiento medido, como hace mucho tiempo no se observaba en el recinto legislativo local.

Un despropósito y un desquicio que impide el normal funcionamiento de los órganos de la democracia. A alguien tiene que echarle la culpa el STM, cuando ha resignado una pérdida del poder adquisitivo de sus afiliados, que alcanza al 50 %.

El intendente y el sindicalista ni se molestaron entre ellos, hubo aumentos salariales con salidas políticas que no le causaron turbulencias al jefe comunal, pero si a los vecinos que sufren la caída de la cantidad y calidad de servicios que prestan y pagan los contribuyentes. A tal punto que sus paros con ausencia a los lugares de trabajo, dan como inexistentes los éxitos o los fracasos de su medidas de fuerza. Es el falso porcentaje del  nivel de acatamiento. Por que no se nota cuando trabajan.

Nada dicen por ejemplo que se entregó al clan Moyano la segunda caja de recaudación municipal a través del EMSUR, hoy a cargo de Santiago Bonifatti. El “Súper Mauro” (Martinelli) delegado de Alejandro Rabinovich, se hizo cargo del ensamble de Gobierno, Legal y Técnica y Secretario de Hacienda, precisamente para acelerar el cometido del estacionamiento medido.

Hay que tener resto ¿lo tendrá Super Mauro?) para aguantar esta mecha cuando existen evidentes gestos de fatiga política a sólo 4 meses de un segundo mandato de 4 años. Sólo Montenegro sabe cuándo tomará la decisión de alejarse de la ciudad. Su crédito es Mar del Plata, aunque no lo parezca.

Hoy participa activamente del realineamiento del PRO en la provincia y le sobran adversarios si el propósito como ya preveía es suceder a Kicillof, otro que da las hurras.

La División Tránsito y el Departamento Estacionamiento Medido, han sido históricamente un adicional del STM, es la matriz de los Gilardi boys y ahora le han movido la caja. Las conspiraciones contra el sistema van a ser una batalla que ya se abrió ayer.

Montenegro y Gilardi, respetaron su statu quo, ambos provienen de la casta lisa y llana, política y sindical, respectivamente.  Son emblemáticos y sólo es necesario remontarse a sus orígenes.

 Montenegro arrancó en Comodoro Py auspiciado por Néstor Kirchner, además luego fue ministro de Macri, embajador, legislador e intendente por el PRO.  Y Gilardi pelea mano a mano en su dilatada carrera con quienes tienen su historia como vitalicios a cargo de sus gremios, es decir los Cavalieri, los Moyano, los Lingeri, los Barrionuevo de la vida.

Tienen los naipes marcados y la sociedad ha elegido otros rumbos. Y ninguno se quiere bajar. Montenegro hace migas para ver cómo se sube al colectivo de la LLA, y no se queda abajo porque ya no puede renovar y está complicado para hallar un hueco. Deja la sucesión abierta para colmo, en medio de un desorden que no pasa desapercibido.

Pagó protección mediática y hoy tiene la cogestión adentro, para evitar más problemas lo condecoró a Aldrey Iglesias el jefe del vacunatorio VIP como vecino ilustre, a quien cedió la organización y lucro de la celebración de los 150 años de Mar del Plata.

En este mismo tren se subió su único socio político, el senador Abad, quien impulsó a Guillermo Coppola con la distinción de medalla al “Merito Deportivo”de General Pueyrredon. Muy traído de los pelos para un lunes a la mañana.

Abad tiene la captura recomendada en la UCR bonaerense, desde donde se marchó debiendo quedarse, según aseguran todas las fuentes periodísticas y sus propios correligionarios provinciales que ni lo mencionan para evitarse un disgusto.

 

 

 

 

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