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La política empañó la democracia: que cuenten los votos pero que nadie festeje

 

Las PASO cuyo fundamento son internas partidarias, son violadas en su espíritu. La ausencia de electores, y un dominante abstencionismo, restan legitimidad a un proceso cuya fortaleza de origen debería ser una condición sine quanom.  Conmocionan los hechos de violencia sucedidos en la última semana y la inseguridad es un fenómeno que llegó para quedarse. Un pre candidato a presidente, es el ministro de economía del último año, donde creció la inflación y de su mano la pobreza.

El olfato de los comentaristas dice olor a partido definido. Ninguna encuesta arriesgó resultados, indecisos y quienes definen su voto a última hora no aparecen en la agenda de las consultoras, y es más si se pronuncian inducen al error. La proyección al 10 de diciembre suena a laberíntica. Hoy se conocerá la fórmula más votada y se prolongará el desenlace. El momento no da para caprichos.

Cómo se llegará a definir en octubre es una puerta abierta, que no garantiza la mejor salida. Y noviembre en este clima social y reinante sería alargar la pesadilla. Es el empecinamiento de la política que merece rechazos y repudios. Y siguen prometiendo que lo hacen para mejorar la calidad de vida de la gente. Pero lo disimulan muy bien y los únicos beneficiados son la casta a la que pertenecen, donde también habitan los sindicalistas y muchos miembros del poder judicial alineados políticamente a través de sus fallos y nombramientos.

Todos los candidatos llegan rengos. Sólo está en juego una candidatura presidencial, que no se resolvió mediante negociaciones. Las demás columnas se confunden en más de lo mismo. Y los protagonistas tampoco tienen la mesura de observar como trastabillan los gobiernos sudamericanos.  Es una encrucijada en la que hay 45.000.000 de habitantes atrapados.

La política cumple un fastuoso trámite de movilización para legitimar su poder. Los años se escurren en las peores condiciones. Niños y ancianos padecen una mala calidad de vida, son precarias las condiciones laborales, los haberes jubilatorios se achatan hacia la mínima y los salarios no cubren las necesidades mínimas.

No sobran esperanzas ni se vivirá una fiesta como en 1983, cuando recuperamos el derecho a elegir a través de la democracia. Las listas están compuestas por integrantes que nos han conducido a un estado de postración que reflejan una condena propia del delirio de dirigentes. No queda margen y hay un empecinamiento para saber cuál es el límite. Que cuenten los vhotos pero que nadie festeje. Es un llamado piadoso a la coherencia y al sentido común.

El pueblo está de luto, vive un duelo lejos de la fábula que han montado para la ocasión del acto que es esencial a la democracia.

 

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