La política económica que provoca la inflación va produciendo un lento desplazamiento que ataca a todas las actividades sin excepción. El correlato de la suba de tasas de interés, falta de crédito y pérdida de poder adquisitivo golpea en los comercios, que no puede soportar las nuevas reglas.
En una recesión se afectan todos los factores productivos: las empresas, los trabajadores, los consumidores y los clientes de los bienes y servicios. Cada uno sufrirá en mayor o menor grado las consecuencias de las restricciones o pérdidas.
El aumento de la pobreza se refleja en la vía pública y sólo basta con observar como crece el denominado círculo de los cartoneros que arrastran sus carros aún con niños en sus pescantes. La demanda de ayuda social golpea los presupuestos públicos y se llega a dar el caso que en calles comerciales comienzan a bajar las cortinas a razón de un local por cuadra y por mes.
Pierden la batalla de la sostenibilidad de sus negocios ante reglas del juego y el desempleo hasta a la vuelta de la esquina. Los riesgos de inversiones escapan a las variantes porque no existe previsibilidad en cuanto a las normativas vigentes y al achicamiento que produce además la falta de crédito y cuando lo hay las tasas de interés son exorbitantes.