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Homenajearon a los tripulantes del buque San Antonino

En el marco de la procesión de San Salvador que se desarrolló esta tarde en el Puerto, el Obispo Antonio Marino no solo se dirigió a los pescadores aclarando que los acompaña en todo momento, que los exhorta a buscar soluciones y diálogo dejando, en claro la problemática que vive el sector, sino que recordó a los tripulantes desaparecidos del barco San Atonino.

Pero sí puedo acompañarlos con el afecto. Y por eso estoy aquí. También para exhortarlos a seguir buscando soluciones en paciente diálogo con la realidad y con las autoridades. Y para decirles que comparto con ustedes el anhelo de que del ejemplo de pujanza y creatividad de sus mayores puedan surgir las fuerzas inspiradoras para un renacimiento de esta actividad en condiciones nuevas.

Queridos hermanos y amigos de la comunidad pesquera del Puerto de Mar del Plata:

Esta es la sexta vez que vengo a ustedes para participar de esta emocionante procesión náutica en honor de San Salvador, vale decir, en honor de Jesucristo, modelo inspirador y fuente de toda santidad.

Lo hago con verdadero gusto porque tengo ante mis ojos no sólo imágenes de un pasado del que se enorgullece legítimamente esta comunidad pesquera, sino también un presente en el cual, a pesar de las adversidades, sigue brillando la fe cristiana y católica como precioso don de Dios y herencia de sus mayores.

Y junto con la fe, la cultura del trabajo, que en esta actividad supone afrontar riesgos que están a la vista de todos. El mar privilegiado de Mar del Plata, es rico y fecundo en su variedad de especies, y motiva una intensa actividad pesquera, de la cual depende en gran parte la economía de la región.

Este mar bendecido por Dios atrajo las miradas de muchos inmigrantes, principalmente italianos y también españoles, que descubrieron aquí una oportunidad de trabajo honesto, mediante el cual con frío o calor, con sol o con lluvia, podían ganar el sustento para sus familias y brindar un servicio a la sociedad.

Pero este mar fecundo ha sido y sigue siendo con frecuencia escenario de luchas trágicas entre el hombre y la naturaleza, que experimentan sobre todo estas embarcaciones más pequeñas y modestas, que ya son una postal entrañable de este puerto de Mar del Plata.

Hace unos meses, el 2 de septiembre del año pasado, dirigía yo un mensaje a esta comunidad con ocasión del hundimiento de una embarcación y la pérdida lamentable de seis vidas: El trabajo trae alegrías y también fatiga y riesgos. La tarea de los hombres de mar, vital y fecunda para la sociedad, es también arriesgada y temible. Hoy sigue causando tristeza y desconsuelo a toda la comunidad portuaria, en particular a familiares y amigos de quienes ayer dejaron sus vidas en él, tras el hundimiento del buque pesquero San Antonino”.

Pude hacerme presente en el velatorio de tres de ellos, para poner un gesto de cercanía y condolencia hacia sus familiares y también para rezar por los difuntos. Tres fueron los cuerpos rescatados, sin que se supiera nada del resto. Por todos he ofrecido la Santa Misa.

Soy consciente de que esta realidad hermosa de las llamadas lanchas amarillas, que constituye un verdadero patrimonio cultural, vinculado a una admirable tradición, se encuentra en crisis desde hace años, a causa de diversos factores. Entre ellos, el remplazo de las técnicas artesanales por las nuevas tecnologías, la competencia de barcos de mayor envergadura, la depredación de especies que ya no se pueden pescar en el área en que les está permitido navegar, las exigencias de seguridad, la suba del combustible.

Como obispo de Mar del Plata no puedo brindarles soluciones técnicas que exceden mi competencia y capacidad. Pero sí puedo acompañarlos con el afecto. Y por eso estoy aquí. También para exhortarlos a seguir buscando soluciones en paciente diálogo con la realidad y con las autoridades. Y para decirles que comparto con ustedes el anhelo de que del ejemplo de pujanza y creatividad de sus mayores puedan surgir las fuerzas inspiradoras para un renacimiento de esta actividad en condiciones nuevas.

Queridos hermanos y amigos, los bendigo en el nombre de nuestro Salvador Jesucristo, cuya histórica imagen domina esta zona  y de su gloriosa Madre, que bajo la advocación de Maria Santissima della Scala preside la banquina de este puerto.

+ Antonio Marino

Obispo de Mar del Plata

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