Arte y Cultura, Cultura

El Memorial de Daniel Besoytaorube en Bahía Blanca

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Sensibilidad, trayectoria. Arte pictórico lírico

Por Virginia Ceratto

(especial para Mdphoy.com)

Desde septiembre y además seleccionado para el Meet CIMAN’s 2023, auténtico reconocimiento para un artista argentino que deja la vara muy alta desde hace tiempo, Daniel Besoytaorube, expone en el MAC, Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca.

UN LUGAR NUNCA SE MUEVE, y de paso recuerdo que Daniel hermanó a Mar del Plata desde los 90 vinculando las artes plásticas de la ciudad con lo más granado, porque así es y debe ser la generosidad de un artista que, además, se destaca, y eso es formidable, como maestro y gestor. Y en este punto será recordado su excelente paso al frente del MAR de nuestra ciudad, en el que, a pesar de la pandemia, tendió puentes y programó mucho de lo que hemos podido disfrutar.

Del MAC sabemos todos. Tal vez no del CIMAN que escoge entre miles, a unos pocos artistas, muy pocos, y que su membresía se extenderá hasta 2025. Recomiendo visitar el sitio y ver, entre sus principios y postulados el código de ética. Código de ética.

Algún dato: 56 curadores, directores de museos e investigadores de arte moderno y contemporáneo que recibieron apoyo para asistir a la Conferencia Anual CIMAM 2023, titulada “El Museo Co-Creativo: Agencia Social, Ética y Patrimonio”, que se llevará a cabo en Buenos Aires organizada por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Argentina, del 9 al 11 de noviembre.

Y porque otros escriben mejor que yo, mucho mejor, y con el debido permiso, transcribiré parte del bellísimo texto de Luis Sagasti, “La música vertical”, a propósito de esta muestra, que es eso, una muestra, y mucho más. Estas líneas se remiten a un acrílico sobre tela, cuyo fondo es una carta de Horacio Quiroga a Martínez Estrada, de 1936, en la que habla, según me contó Daniel, de un amigo que hace violines sin saber tocarlos y utiliza madera de los dos primero árboles, timbó y lapacho y alguno más, que podría haber sido Petiribí, especie que a Besoytaorube lo remitió al tema de Spinetta, escrito cuando nacía Eminen, que a su vez usó esa melodía… Interacción entre las artes. Ante su relato recordé “Polaroid de locura ordinaria”, de Fito. Y los dejo con Sagasti, de momento.

En su formidable cuento ‘Nadar de noche’, Juan Forn relata el encuentro de un hombre de mediana edad con su padre muerto hace ya unos años, al borde de la pileta de una casa de verano. Y así, con el título del cuento, el padre le describe qué cosa es la muerte, de qué va el más allá. En uno de los silenciosos cuadros de Daniel Besoytaorube se aprecia un grupo de nadadores que se desplazan en sentido vertical, como si ascendieran en busca de la superficie. La pintura tiene algo de película muda; parece un fotograma de esos mágicos cortos con los que Joseph Cornell confeccionaba sus breves films. Un retazo, como suele ver la vida quien se la va a quitar. Retazos sin continuidad, nada con mucho sentido. De modo que así debe ser la muerte para un suicida, parece decirnos Besoytaorube: como nadar de noche; nadar en blanco y negro. Pero no en una pileta inmensa imaginada por Forn: los desplazamientos son en sentido ascendente, en busca del aire, del alivio que no supo llegar a tiempo. Sin embargo no se trata de un castigo, no hay una sensación de ahogo perpetuo, y ahí nadie se cansa: debemos tener una piadosa imaginación para con quienes se han quitado la vida. Se trata de una de las formas del consuelo: nadar con un sentido, con esperanza, seguir vivos, de algún modo; una eterna paz vertical, sin estrellas y sin esfuerzo.

Y de este lado, cuando las ceremonias han concluido, los cuerpos se repliegan, se silencian, apunta Besoytaorube. Hay como un resguardarse en algo parecido a una posición fetal. Como contracara al movimiento de los muertos en lo líquido, de este lado prevalece una inmovilidad yerma, de colores parcos sin horizonte.

Daniel descubre talentos, inspira artistas y despierta escritura:

Tulio de Sagastizábal también valora acerca de la trayectoria de Besoytaorube y de esta muestra, y lo pinta, valga la asociación, como debe ser reconocido:

Daniel Besoytaorube formó parte durante 1991 y 1992 de una experiencia inédita como fue la del programa que coordinó Guillermo Kuitca con el patrocinio de la Fundación Antorchas. Fuimos 15 becarios el primer año, y 16 con la incorporación plena de Madalena Jitrik el segundo.

Disponíamos de un espacio propio, bastante acotado en verdad, en un gran galpón en el barrio de La Boca. Y todos disponíamos de una beca mensual para gastos de materiales y demás. (…) Su pintura ha sido siempre trágica, nada melodramática afortunadamente.

Pero siempre trágica. Son trágicos sus climas, sus escenarios, son trágicos sus colores y trágicas sus figuras. Y es elocuentemente trágica su pelea con el hacer, pintar no le es fácil y bien podría serlo. Tiene la habilidad, el conocimiento y la experiencia para hacer muy llevadera su tarea. Pero no lo quiere así.

Quiere arrasar la superficie, rasgarla, hacer brotar la gota del dolor acumulado.

El dolor de la soledad, el dolor de contemplar con los ojos abiertos, el dolor de saber lo que ha ocurrido, de saber lo que está ocurriendo, de lo que ocurrirá.

Quizás es muy fantasioso, pero da para imaginar que si el romanticismo no hubiera existido, el Vasco Besoytaorube podría poner alguna de sus primeras piedras.

¿Qué agregar? Tal vez, la referencia a una de las obras que se exponen: 307 Argerich, 2023, que está vinculada con la plataforma petrolera que estará a 307 km de Mar del Plata y que comenzará a funcionar, se espera, en enero. La madre de Daniel era Argerich, en Bahía Blanca hay un pueblo que se llama así.

Y elijo esta obra para unir, o intentarlo una espiral que comprueba que ningún artista escapa a su época y no obstante puede volver hacia atrás y trenzar desde el presente testimonios que permanecerán. Que un artista que se precie de tal, pueda alcanzar y trascender su arte y enlazarlo con sutileza y contundencia, sutileza y contundencia pareciera un oxímoron, con todas las expresiones es formidable.

Besoytaorube lo consigue con maestría, pareciera que fácilmente, no lo sabemos, pero es seguro que gracias al trabajo que se rinde a la vivencia del mundo y a su propio mundo.

Sospecho que sabe de nuestra naturaleza pasajera, y no la combate, se entrega y la supera.

La delicadeza, travestida en esas secuencias oracionales aparentemente rústicas de Argerich, como acuarelas escritas en el agua, lo confirman. Es ver la obra y escuchar… y tocar algo suave que no se resiste a una textura contundente.

Bocetos, dibujos, obras, como lo describió Paola Galano, junto con una acabada síntesis del artista, están para que los espectadores se involucren con esta antología que promete más, que augura más, porque Besoytaorube sigue en marcha y asume nuevos compromisos. Porque lo suyo es pasión, no lo puede evitar.

Discreto, de una humildad que no es pose, generoso, nada estridente, su obra lo pinta. Y trasciende. En buena hora. Los artistas, decía Julian Beck, son las antenas de la Humanidad. Y se agradece.

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