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Desde Qatar llega el motivo de la celebración que no existe en el país

 

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Entusiasmo. Incertidumbre. Euforia. Tres estados para describir una nueva alegría que el Seleccionado argentino de fútbol nos regaló en un Mundial después de dejar en el camino a Países Bajos desde los doce pasos, con actuaciones determinantes que nos permiten soñar con algo más que una semifinal.

“No veo algo así desde el año 1978 después de ganarle a Holanda la final”, aseveró Don Gervasio un avezado amigo que me regaló la vida, después de apreciar los alocados festejos que en simultaneo se pronunciaban en todo el país, hasta en los lugares más recónditos del mismo.

Pero… ¿Por qué la gente festeja con tanta algarabía?

Es cierto que los argentinos somos futboleros pero en las extensas caravanas de vehículos que se divisaban por las calles miles de personas agitaban sus banderas y exteriorizaban su felicidad hasta quedarse roncos, muchos de ellos no parecían ser apasionados del deporte, lo que demuestra la clara necesidad de festejar, de regalarnos una alegría, de creernos por unas horas que somos una Nación seria y con dirigentes instruidos, no corruptos e ineptos.

La falta de oportunidades en un país que lo tiene todo, atomizado por la decisión de nuestros gobernantes desde hace 70 años, expusieron la carencia de afecto y credibilidad por parte de todo un pueblo que se refugia en el fútbol como única alternativa para buscar algo de tranquilidad, un poco de paz, en tierra arrasada y sin solución aparente.

Es increíble como el fútbol logra entre los argentinos lo que la política nunca pudo: cerrar una grieta entre hinchas, ideologías, creencias… Como un deporte, una pelota de cuero, y 22 tipos, en su mayoría millonarios, nos hacen creer que 45 millones de personas podemos habitar sin problemas (en un país cuyos indicadores está en el fondo del mar y al borde de colapso), trabajando fuerte en el presente y forjando a conciencia el futuro de nuestros hijos.

En la Argentina ya no se cree en nada ni en nadie. Con serios problemas estructurales, sumado a las vejaciones diarias que sufrimos por los nefastos que nos gobiernan, el pueblo busca entre las piedras algo de tranquilidad y bienestar emocional, y decide volcarse al fútbol, exigiéndole a jugadores y cuerpo técnico éxitos deportivos. Porque sin dudas (es nuestro pensamiento), sus logros también serán los nuestros, y ese será el bálsamo que nos brindará las fuerzas necesarias para resistir a las permanentes embestidas de la clase política que dañan a diario nuestras vidas.

En tal sentido, para que un pueblo erosionado en todos los frentes pugne a como dé lugar, para que un grupo de futbolistas logre el objetivo máximo (obtener un resultado deportivo), que a priori nos sacará sólo por horas del pozo donde estamos sumergidos como sociedad, es claramente el mayor fracaso de la clase política en Argentina.

Gastón Boy

 

Un comentario

  1. Es la fiel y triste realidad Argentina.

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