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De peón a campeón del mundo

Leonel Ávila combinaba el trabajo en una planta de pescado tirando cajones con una prometedora carrera de boxeador profesional. El sábado en Alemania dio el batacazo y se consagró Campeón Internacional Juvenil CMB. Ayer volvió a reencontrarse con sus compañeros.

Cuando esquivó el viejo camión ploteado de La Serenísima que en lugar de productos lácteos transporta residuos de pescado, cuando ingresó por ese amplio pasillo y se reencontró con todos sus compañeros vestidos de blanco, que estaban cortando pez palo, cuando comenzaron a vitorearlo y abrazarlo al grito de “Dale campeón, dale campeón”, Leonel Ávila estaba cumpliendo un sueño. Otro. Tal vez el segundo…

El primero seguro lo cumplió el sábado pasado en Stralsund, Alemania, cuando en el segundo round de la pelea desmoronó de un directo de derecha a Max Suske y se consagró campeón internacional juvenil CMB en la categoría Supermediano.

“Muchas veces soñé con todo esto; volver acá como campeón del mundo”, dice Leonel, 23 años, boxeador amateur desde los 14, profesional desde los 21, con un record de 10 ganadas y 3 perdidas, y peón en la industria del pescado.

“Acá” es el lugar donde funciona la planta “Yuridia”, en San Salvador 4853, en la ciudad de Mar del Plata, a metros de El Marisco.  “Fue un proceso durísimo tener que entrenar y trabajar; es un laburo que requiere de mucha fuerza. Me dio una alegría inmensa ver a mis compañeros contentos. Sé que ellos lo deseaban igual que yo”, confiesa Leonel mientras posa para la foto.

En la planta sus compañeros ahora están en el cuarto de descanso. Algunos se quedaron y escuchan en silencio detalles de su proeza en Alemania, a unos metros de distancia.

“El cinturón de campeón todavía no llegó, me lo mandan en un par de semanas”, se disculpa por no poder mostrarlo para las fotos. Lo que ya sabe es que tendrá dos defensas programadas en Europa, donde enmudeció al estadio al dejar nocaut al crédito local.

Sebastián De Dominicci es el responsable de “Yuridia”. Viste una camiseta argentina de Messi y dice conocer a Leonel desde chiquito. “Yuridia es el nombre de mi hija, lo tomamos de una cantante mexicana que nos gustó mucho”, dice mientras deletrea el nombre para evitar equívocos.

“No quería que labure acá porque sé lo duro que es”, agrega Sebastián mientras Leonel termina de posar con unos guantes azules. “Cada vez que peleaba le daba licencia para que prepare la pelea, descanse y aumente la intensidad del entrenamiento”.

“Es muy duro levantarse a las dos, tres de la mañana y pasar ocho horas haciendo fuerza con los cajones”, asegura Leonel, que ya no pondrá la alarma de madrugada, ni volverá a caminar desde Gaboto y Lanzilota, donde vive con su abuela, para calzarse el delantal blanco ni las botas de goma para tirar cajones en el piso mojado.

El flamante campeón tiene una explicación de por qué en lugar de trabajar de peón no se ocupaba en el corte de pescado, una tarea un poco más liviana.  “Arranqué como peón y ya sabía que formarme como filetero requería de mucho tiempo y práctica. Y por mi entrenamiento nunca estuve fijo en el trabajo. Sebastián me daba licencia unas semanas antes de las peleas y después de combatir me tomaba una semana para recuperarme”, explica el flamante campeón.

“Yo soy filetero, conozco el oficio, y le dije que no quería enseñarle porque no es un trabajo para él. Lo hizo por necesidad y es muy responsable, pero ya está; él no tenía que estar acá y ya por suerte y mérito de él, no va a estar más”, agrega De Dominicci.

Leonel sonríe con timidez mientras sigue saludando a compañeros rezagados que llegan del descanso. El “Dale campeón, dale campeón” vuelve a rebotar entre las paredes azulejadas, los cajones de pez palo y el camión desvencijado que obstruye la entrada.

Revista PUERTO

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