Arte y Cultura, Teatro

CRÍTICA // TEATRO: “María, es Callas”

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EL DOLOR CREA UN TERRITORIO SAGRADO

Por Virginia Ceratto

(especial para Mdphoy.com)

Un inglés escribió “Ama, sin ayuda de nada ni de nadie, sobre la tierra”. Y ése es el pathos que nos atraviesa a todos. Ricos y famosos, pobres y desconocidos. Con mayor o menor fortuna. Y es bueno tenerlo claro, en tiempos en que las redes han hecho que creamos en los usuarios y olvidemos que detrás, hay personas. Todas de carne, sangre, donde el dolor se siente con y desde los huesos.

Así, este fragmento de parte de la vida de una de las sopranos más grandes de la historia del Siglo XX en adelante, María Callas y del archimillonario ya mítico Aristóteles Onassis. Se puede acudir a Google.

Hasta qué límite puede llegar el amor… Hasta el dolor… Tal vez no. Y entonces Eros se funde con Thánatos, muerte, en su transición con Hipnos, sueño, inducido, tan común antes. Y ahora. Hay que verla para entender. Hay que mirar alrededor, para saber. Salud mental.

Joseph Campbell en su Héroe de las mil caras ya dijo que fuimos arrojados al mundo sólo para sufrir.  Y estas historias reales de quienes hoy llenarían estadios, u ocuparían todas las redes lo confirman. No es para aliviarse con eso de que los ricos también lloran, es para saber, aprender, que la vida es una sola. La que se vive ventana adentro de la red.

Sacrificio. Una palabra que podría resumir esta puesta sobre la inconmensurable Callas -su amante fue solo un tipo rico, salvaje y desventurado, cuyos yates no lo salvaron de nada-, y sacrificio es el término que pone a esta obra magnífica en el podio de una verdadera tragedia griega.

Y aquí, en María, es Callas, solamente está, y era obvio, el cuidado de su cotidianeidad de teléfono blanco y paisajes que ni siquiera puede ver, pero sin grandilocuencia. Asistimos, impotentes y empáticos a una mujer que sufre. Más allá del límite del dolor. Una mujer cuya pasarela va desde la ópera al pasillo oscuro que la lleva a la puerta donde agoniza el hombre al que ha decidido brindarle la vida. Y lo que es más preciado, su voz.

Sólo lo que tiene alma tiene voz, escribió Aristóteles. ¿Hace falta entregar el alma? Atención jóvenes binarios, intersex, disidentes: NO. Porque si vamos a seguir luchando contra la sumisión del patriarcado no está de más reflexionar a partir de esta obra.

La escenografía, unos practicables minimalistas que son cama, teatro, lecho mortuorio… es impecable. Como la luz, ese azul que en Jolivú nos llevaría al cielo y que aquí es nostalgia del Egeo y soledad.

El vestuario, impecable. Digno de una diva. Y una alarma que nos dice que el dolor no tiene hábito. No hay seda que nos libre del infierno.

Algo me recordó a La voz humana, de Cocteauc. En la versión con Vera Circovich en esta misma sala.

También se puede acudir a Google. Ese teléfono, la espera, la tragedia.

Y entonces recupero a R. Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso, en La Espera y ese final: ¿estoy enamorado? Sí. Yo soy el que espera.

Excelente Natalia Cociuffo como la Callas. La sobreimpresión de su voz sobre la de la soprano María es formidable.

Excelentes partenaires, en especial Pedro Frías Yuber en esa versión de Nessum Dorma, de Turandot, ópera que indaga el amor, o la tragedia del amor.

Una mención especial, dicha por la directora y que, he comprobado, se repitió durante la temporada, a los técnicos del teatro. Aplausos para estos trabajadores que le ponen cuidado, o sea amor, a lo que hacen.

Otro punto para la programación del Instituto Cultural y de Marcelo Marán que la gestionó, por buscar una palabra, poniendo la cultura al alcance de todos.

Ojalá se repitan estas puestas que nos permiten que el arte sea, dicho de otra forma, que nos recuerden que el Arte nos alcanza, nos atraviesa y nos define.

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