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CNU: “Coca Maggi los había perdonado como Jesucristo”

s_100111_2817_01_imputado_en_Demarchi_y_GRanel_(saco_azul_y_lentes)__ejercen_sus_defensasLa testigo Mirta Masid, expareja de un integrante de CNU, contó en el juicio las confesiones del grupo cuando se emborrachaban. Uno de los imputados habría reconocido matar a la entonces decana de Humanidades, y otro vomitó en el mismo hecho. “Se reían de cómo perseguían a Pacho Elizagaray por los techos”, señaló sobre la noche del 5×1.

Mirta Masid conoció de cerca del accionar de integrantes de la CNU porque en 1975 estaba en pareja con uno de ellos, Carlos González. Este lunes fue el testimonio central del juicio que tiene como imputados a diez civiles y un militar retirado por el accionar de una asociación ilícita y ocho homicidios. “Lo que yo estoy diciendo es la verdad y toda la verdad”, sostuvo ante una consulta del Tribunal.

A Carlos Hugo González lo conoció en noviembre de 1974 en una confitería marplatense, donde acudían tanto militantes y adherentes de izquierda y de derecha. Ella entonces se identificaba con las ideas de izquierda, y quien luego sería su pareja, con la derecha. Pero el amor entonces pudo más y comenzaron a vivir juntos.

Masid señaló que “los hechos delictivos del grupo empezaron a partir de la muerte de Ernesto Piantoni”, quien era el líder de la organización de ultraderecha, y quien –sostuvo- “los mantenía a raya”. Tras la muerte, el cambio también se vio en sus apariencias. “Carlos tenía el pelo largo, usaba jeans, y se cortaron el pelo, se dejaron el bigote y usaban traje”, diferenció.

“Se sabía que eran ellos”, mencionó en relación a los autores de los crímenes como integrantes de la Concentración Nacional Universitaria. A su vez, dijo que a quienes recordaba porque iban más frecuentemente a su casa eran Eduardo Salvador Ullúa, José Luis Piatti, Mario Durquet, y Piero Asaro. Ella, al mismo tiempo, también visitaba la casa de Roberto Coronel porque era amiga de su mujer, María Silvia, hasta que un problema familiar las distanció.

La testigo, quien declaró a través del sistema de videoconferencia desde un juzgado en Mendoza, rememoró que la noche de la muerte de Piantoni, había ido “un montón de gente” a su casa. A algunos no los conocía, e identificó a Patricio Fernández Rivero, a quien señaló como jefe de la CNU nacional.

Esa madrugada, relató, volvieron con una botella de cinco litros de wiski Chivas que –señaló- “estaba en la casa de alguna de las víctimas”. Además, llevaron un Winco con discos de autores que entonces escuchaba los jóvenes. “Ahí me entero que uno de los muertos era el chico Videla, de 16 años”, apuntó. “Se reían de cómo perseguían a Pacho Elizagaray por los techos”, mencionó luego.

“Todos saben qué fue el 5×1 y que fueron ellos, todo Mar del Plata lo sabe”, aseveró.

González trabajaba en el área de seguridad de la Universidad, “pero no iba nunca”, como otros integrantes de CNU, cuyos nombres no pudo precisar. “Las autoridades de la Universidad (entonces el rector era Josué Catuogno, el secretario general Eduardo Cincotta y el coordinador docente Gustavo Demarchi) eran amigos de ellos, y conseguimos trabajo de esa manera”, contó Masid, quien también ingresó como administrativa. La diferencia era que “las mujeres trabajábamos y cumplíamos horario, y los hombres no”.

“Mario Durquet, Ullúa, Marcelo Arenaza estaban ahí (en la Universidad), se encerraban en la oficina de Jorge Aguilera y se reían”, señaló, aunque no supo cuál estaba nombrado y cuál no.

Por otro lado, dijo que en su casa también se guardaban armas en una baulera y que un día que encontró a su hijo de 7 años con una granada en la mano, exigió que las saquen de allí. Por dichos de su entonces pareja, supo que las habían llevado primero a la casa de Coronel y que ante un planteo de su mujer, luego habrían sido llevadas a la vivienda de José Luis Granel, dos de los abogados imputados.

Masid lo conocía a Daniel Gasparri –una de las víctimas del juicio, asesinado a balazos junto a su colega Jorge Stoppani- de la secundaria. Lo cruzó, junto a su pareja, en una Iglesia donde se casaba el hermano de José Luis Piatti, otro miembro de CNU. “Ese va a ser boleta”, le dijo González. Ella no le dio importancia porque era usual en esa época, según dijo, ese tipo de amenazas.

No mucho tiempo después, una madrugada de fines de abril de 1975, González la despertó tirándole un reloj arriba de la cama. “Es de Daniel Gasparri, cayó esta noche”, le dijo. Masid rompió en llanto. “Estás llorando por el enemigo”, le reprochó él. Enseguida recordó a su compañero de la secundaria como un joven callado, sencillo y solidario. “Sentí que estaba matando mi adolescencia”, sostuvo en el juicio. Al reloj lo usó muchos años, luego lo tuvo guardado, hasta que decidió arrojarlo al mar.

Del secuestro –que terminó en asesinato- de María del Carmen Maggi se enteró por los diarios. Y mencionó que allí aparecía el identikit de su entonces pareja y también recordó haber visto el de Eduardo Salvador Ullúa, que entonces trabajaba en la Justicia Federal con el exfiscal Gustavo Modesto Demarchi y otro empleado a quien también identificó como miembro de CNU, Juan Jacinto Rolón. Masid se enteró que a Coca la mataron y enterraron en un sitio y que luego trasladaron el cadáver a Mar Chiquita.

A su vez, la testigo mencionó que cuando el grupo se emborrachaba, daba a conocer algunos detalles de los crímenes. Contó que Durquet decía que la había matado a Maggi, que ella “los había perdonado como Jesucristo”, y que Piero Asaro en un momento había vomitado y que se reían de eso. “Que Asaro diga en qué momento, pero vomitar, vomitó”, aseveró la testigo.

Consultada por un posible vínculo con la Triple A, Masid señaló: “Ellos mismos se autodenominaban como CNU o Triple A”.

Por otro lado, señaló que había divisiones en los roles de la organización. Estaban “los intelectuales”, donde ubicó a Juan Pedro “Piero” Asaro y Raúl Arturo Viglizzo; “los operativos”, donde incluyó a Durquet, Piatti, González, Ullúa, Raúl Rogelio Moleón, los hermanos Juan Carlos y Alberto Gómez, Fernando Alberto Otero y al “Negro Juan”; y “los profesionales”, a quienes identificó como Roberto Coronel, Eduardo Cincotta, Demarchi, Mairal, Granel, y “un chico que ahora hace jubilaciones”.

“Las bases eran las que hacían el trabajo sucio. Entiendo que todos en algún momento para cubrirse tenían que participar de algún hecho”, sostuvo. “A Demarchi lo nombraban continuamente como integrante de la organización”, apuntó.

Al dar cuenta de la relación de CNU con fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, Masid indicó que “robaban autos para la policía” y que se encontraban en el GADA con un Comodoro, cuyo apellido no recordó.

Luego, al ser consultada por el rol de Demarchi como fiscal federal señaló que “sabía lo que estaba pasando, seguro”. “Estaba en contacto con ellos, los que actuaban y los que no. Todos sabíamos, las mujeres de ellos también. Cómo un fiscal que tiene como empleados a dos CNU no va a saber lo que está pasando”, interrogó.

La declaración de la testigo en primera instancia había sido objetada por algunas defensas, incluso se dijo que su testimonio podría haber sido direccionado. Pero la mujer, ante la pregunta del presidente del Tribunal, Víctor Bianco, fue clara: “Lo que yo estoy diciendo es la verdad y toda la verdad. Yo digo lo que sé”.

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