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A 20 años del mural que inmortalizó a Borges en Mar del Plata

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Borges asoma en lo alto, gigante, impoluto, como un faro de sabiduría, con la fortaleza de un maestro, erguido sobre un bastón, un bastón que se pierde entre libros, entre tantos libros que parecen infinitos, entre tantos libros que parecen edificios, y que quizás son edificios que no se rebelan a su condición de libros porque esta ciudad es la ciudad de Borges, la biblioteca moderna donde se imponen sus leyes y laberintos.

Es en el corazón de Mar del Plata, en el mural que cumple este 24 de agosto su vigésimo aniversario, donde se encuentra la ciudad-biblioteca que custodia Borges – para siempre – desde las alturas. Se trata de un homenaje al genio literario que no solo sobresale por el poder de la creatividad sino por el impacto de unas dimensiones inéditas: el dibujo se expande a lo largo y ancho de una pared de nueve por catorce metros.

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Fue la imaginación de Miguel Rep la que dio vida a esos trazos que se reparten en los tres mil doscientos cerámicos de veinte centímetros por lado que están apostados sobre uno de los muros laterales de la Municipalidad de General Pueyrredon, en la plazoleta de San Martín y La Rioja. Para el dibujante, la apuesta resultó tan ambiciosa como difícil porque al mismo tiempo se transformó en la primera intervención urbana de jerarquía que encaró en su extensa carrera como muralista.

A fuerza de prueba y error, el artista confiesa que gracias al mural que hizo en “La Feliz” pudo aprender la “ilusión” de proyectar una figura a gran escala con las proporciones correctas, así como hizo el propio Miguel Ángel con su icónico David en los tiempos del Renacimiento. “En las esculturas bien hechas, las cabezas son tremendamente grandes porque desde la perspectiva que se ve de abajo, que ven las personas, debería verse normal”, explica, casi con rigor científico.

Pero hasta ese momento, el humorista gráfico desconocía el dato: él había concebido el boceto de la obra en los límites de una hoja oficio y mucho después, cuando supervisó el traslado del dibujo hacia los cerámicos de la pared, tomó nota de que el primer rostro de su Jorge Luis Borges era “evidentemente pequeño” con relación a las otras partes del cuerpo y no tuvo más remedio que volver a ilustrarlo.

“El proceso fue larguísimo, llevó años, en el medio hice el libro ‘Borges para principiantes’ y ya me sentía mucho más canchero con la cara de Borges; lo que estaba dibujando no tenía nada que ver con el primer boceto que presenté y entonces también tuve que ir otro día a Mar del Plata para hacer la cara con mi estilo actual. Después todo eso ya fue a parar a pigmentación, al horno, y salieron las cerámicas”, agrega.

Rep dice que apeló a las “armas de la ficción, la paradoja y el humor” para crear la imagen del mural y construir una “escena imposible que no pueda ser reemplazada por una foto”. “Como era en una plaza, un espacio abierto, yo no quería que los chicos fueran a jugar y presentarles una biblioteca, aparte de que era un embole y una obviedad. Pensé que tenía que aprovechar el paisaje de Mar del Plata y entonces relacioné los edificios con los libros y fue redondo”, sostiene.

Al evocar la obra que se inauguró un 24 de agosto del 2000, en coincidencia con el natalicio del autor de Ficciones, el caricaturista se muestra más que contento y feliz con el resultado final: “Es como todos los murales, se ve y no se ve: el que quiere, lo va a ver y al que pasa por ahí sin prestar atención tampoco le va a hacer ruido porque ya forma parte del paisaje. Pero si no viene ninguna intendencia bolsonaresca y nadie lo saca creo que puede quedar en la memoria colectiva, y es algo que me gusta porque no puedo aseverar lo mismo de otros murales que hice”.

La génesis de un trabajo “titánico”

El núcleo embrionario de la obra monumental se gestó entre “Nino” Ramella, presidente del Ente de Cultura durante la intendencia de Elio Aprile, Juan Carlos “Cachi” García Reig, exdirector del Centro Cultural Victoria Ocampo (Villa Victoria), y el gestor cultural Marcelo Franganillo, que además de compartir el amor por la promoción del arte y la literatura coincidían en la amistad con Rep. El rostro del dibujante se apareció como una luz en la mente de los tres mientras intercambiaban ideas para remodelar la plazoleta.

Tanto Ramella como Franganillo aseguran que el ilustrador aceptó el desafío de inmediato: tardó apenas unos días en acercar un boceto, siempre con la expectativa de poder pintarlo sobre la pared de más de cien metros cuadrados. Pero en uno de los viajes a la ciudad que el artista hizo con su familia, el suegro lo sorprendió cuando enumeró todas las contras que tenía el uso de la pintura para condiciones climáticas tan hostiles: “Con el salitre y el clima marino que hay acá, olvídate, lo van a tener que pintar todos los años y se va a perder”.

Por supuesto que Rep no hizo oídos sordos y borró la primera idea de su cabeza: tampoco tenía otra opción porque quien le hacía la advertencia era un ingeniero en materiales, una voz más que autorizada para opinar sobre el tema. Entonces, después de barajar alternativas durante meses, todas las miradas se depositaron sobre la Escuela De Cerámica Rogelio Yrurtia: sí, el mural se iba a hacer a lo grande y para siempre, con azulejos. Susana Gutiérrez, quien estaba a cargo de la cátedra de Cerámica Mural, quedó encantada con la propuesta y contagió el mismo entusiasmo a sus alumnos.

Junto a Carlos O’Shee, Leonor Rodríguez – ayudante de cátedra – y unos quince alumnos, la profesora se puso al frente de una empresa que no duda en definir como “titánica”. Para evitar desertores y reforzar el incentivo, Gutiérrez recuerda que el proyecto se adoptó como un “trabajo práctico final” para los estudiantes que se habían comprometido con la iniciativa.

Toda la mano de obra, que sostuvo una tarea exhaustiva durante seis largos meses, fue “ad honorem” y gracias a las gestiones en las que insistió García Reig con la fundación Telefónica, el Municipio obtuvo los fondos para costear la compra de los azulejos brillantes, los pigmentos y cada uno de los materiales que necesitaba la escuela. “Yo le asigné a ‘Cachi’ que llevara adelante el proyecto porque cuando él se ponía las cosas al hombro y se entusiasmaba no había nadie que pudiera hacerlo mejor. Así que él fue el que se encargó de gerenciar todo desde el punto de vista municipal y burocrático”, destaca el extitular de Cultura.

Un galpón de Constitución y la autovía 2, que había sido donado antes también por la misma empresa de comunicaciones, se convirtió en la cocina del arduo proceso de construcción. “En ese salón pudimos armar el mural en el piso para mirarlo desde arriba porque el problema era que no teníamos perspectiva desde ningún lugar. Hicimos maderas de un metro y medio para trabajar en grupos de a dos y varias veces vimos que las paletas no coincidían y que había saltos de color. Entonces tuvimos que sacar fotos, marcar los errores, buscar la lista de los azulejos y volver a trabajar el pigmento para evitar esas diferencias colorimétricas”, detalla la ceramista.

Una vez que se culminó el mural, los profesores y alumnos enumeraron cada una de las piezas de cerámica y enviaron la cuadrícula secuenciada a los agentes del Ente Municipal de Servicios Urbanos que se encargaron de colocar esa suerte de rompecabezas gigante sobre el Palacio Comunal. “Fue un trabajo titánico pero muy coordinado y la verdad que los empleados municipales lo hicieron muy bien porque respetaron las indicaciones y nunca se reventó nada”, resalta Gutiérrez.

Entre laberintos

Entre la concepción del proyecto y su concreción pasaron cuatro años. De hecho, ni siquiera fue “Nino” Ramella el que reveló el mural a la comunidad marplatense durante los primeros pasos del nuevo milenio: sí estuvo presente en el acto de inauguración pero no como responsable del área de Cultura, cargo que ya era ocupado desde hace unos meses por María Rosa Solsona, sino como referente en Buenos Aires de la denominada “Casa de Mar del Plata”.

Si bien la Escuela de Cerámica cumplió en tiempo y forma con sus deberes en 1999, Franganillo señala que la caricatura borgeana de dimensiones extraordinarias quedó olvidada durante un tiempo prolongado en el galpón donde profesores y alumnos trabajaron con tanto esfuerzo, con riesgo de perderse entre los laberintos de la burocracia.

A través del periodista Camilo Sánchez, el gestor cultural tuvo la impronta de visibilizar la importante demora que arrastraba la iniciativa con una publicación en el suplemento dominical de una reconocida revista que resultó clave para que las máximas autoridades de la Municipalidad tomaran cartas en el asunto y pusieran al mural otra vez en la agenda de prioridades.

“Cuando el intendente Aprile se enteró de la situación por suerte se reactivó el proyecto y fue Marcelo Marán, que era el director de Cultura, el que se hizo cargo de terminar con todas las gestiones para que finalmente se pudiera colocar”, afirma Franganillo, quien también evoca como una “semana maravillosa” la de la inauguración de la obra.

Para la presentación, el Municipio organizó la “semana Borges” que incluyó una serie de actividades para conmemorar al maestro. Hubo presencias relevantes como las de Carlos Polimeni, autor del mismo ‘Borges para principiantes’ (NdR: Editorial Errepar) que había ilustrado Rep, o la de Pedro Aznar, que se presentó en el Teatro Colón con “Caja de música”, el álbum que musicalizaba algunos poemas del genio literario.

¿Cuánto costaba el ingreso al show? En la convocatoria al evento que se desarrolló el 25 de agosto y que contó con el auspicio de Página/12, desde el Gobierno habían anunciado que la invitación se retiraba “con anterioridad” en el espacio cultural de Hipólito Yrigoyen al 1650 a cambio de un libro, para que luego fuera donado el material a las bibliotecas y escuelas municipales.

En el mismo teatro también se proyectó, un día antes, el documental “Los libros y la Noche” que trata aspectos de la vida de Borges y que tiene como director y guionista a Tristán Bauer, el actual responsable de dirigir los destinos del Ministerio de Cultura del Gobierno de Alberto Fernández. . “Que se haya armado todo eso y que hayan venido tantos artistas por el mural fue una cosa muy gratificante”, reconoce Franganillo.

A la inauguración tampoco le faltó la cuota de emotividad. Fue, en verdad, un homenaje por partida doble gracias a que el legado infinito del cuentista argentino estuvo acompañado por el recuerdo entrañable de García Reig, el funcionario y escritor que hizo todo para que el mural quedara plasmado en la Municipalidad sin saber que la vida le arrebataría la posibilidad de disfrutarlo: se despidió temprano, dieciocho meses antes, a los treinta y ocho años.

Dos incógnitas

El entramado inicial de la puesta en valor de la manzana neurálgica cívica de Mar del Plata también apostaba por complementar el trabajo con la creación de diferentes juegos alusivos al universo borgeano pero la coyuntura económica que ya atravesaba al país, en la antesala de la profunda crisis del 2001, obligó a los funcionarios a postergar los planes. Sin embargo, la idea, en veinte años, nunca se retomó.

Y hoy, es una incógnita saber si alguna vez, alguna gestión municipal, destinará un mínimo presupuesto para reflotar y completar el proyecto. “También tendría que tener más luz y estar algo más cuidada esa plazoleta; siempre hubo ese problema. Pero bueno, quizás cuando el país se estabilice un poquito y se cuiden más las obras artísticas le den valor. O quizás haga falta que pase algún hecho borgeano en Mar del Plata”, considera Rep.

En la misma sintonía, el expresidente del ente de Cultura insiste en la necesidad de que exista voluntad política para readecuar el emblemático sitio. “En política, si vos tenés ganas y le pones pasión y te jugás, las cosas salen, pero si eso no está es difícil que pase algo. Hay mucho de la impronta personal, del entusiasmo y de las ganas de hacer las cosas. Tiene que tocar una persona que realmente tenga la decisión de poner como corresponde a la plazoleta”, reflexiona.

Franganillo, por su parte, coincide en las responsabilidades que tiene la Municipalidad por el descuido y abandono del lugar pero revela otra incógnita risueña que envuelve al trabajo artístico: en dos décadas, nadie pudo dar con el paradero del dibujo original que permitió dar forma a uno de los homenajes más grandes que existen de Borges a lo largo y ancho del país. “Evidentemente alguien lo tiene pero no sabemos quién. Esta cuestión casi que se ha vuelto un mito después de tanto tiempo; es un misterio que sigue sin resolverse”, comenta, como otra curiosidad.

Borges auténtico

– ¿Sí?… ¿Borges?

– Sí, él mismo, ¿qué necesita?

Así fueron las primeras palabras que cruzó con la pluma de El Aleph “Nino” Ramella, quien en su trayectoria como periodista tuvo el privilegio de entrevistarlo en diferentes oportunidades. Una de ellas fue en el ’78, con apenas 23 años, cuando buscó en la guía telefónica el número del departamento de la calle Maipú y lo llamó sin mayores preámbulos ¿El motivo? Tener una repercusión por el Premio Nobel de Literatura que había obtenido Isaac Bashevis Singer.

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“Para mí fue increíble que me contestara pero para los que lo conocían no porque él tenía esas actitudes, era muy abierto. Le pregunté por Singer, me dijo que no lo conocía; no sé si era cierto o si era producto de su habitual sarcasmo. Y después le pregunté qué pensaba de no haber ganado el Nobel y me contestó: ‘Bueno, estaría en muy buenas y en muy malas compañías’”, rememora el marplatense, entre risas y con una nitidez asombrosa.

Y ya con más años y experiencia, Ramella también siguió de cerca a Borges en distintos viajes que hizo a Mar del Plata y hasta se dio el lujo de presentarlo en el Teatro Auditorium. El periodista siempre resalta la sagacidad y, ante todo, el humor que mostraba el escritor en situaciones inesperadas. Menciona, por ejemplo, la respuesta que le dio a una mujer que lo había frenado en la calle y que insistía con una presunta relación de parentesco porque también se apellidaba Suárez, al igual que su bisabuelo el coronel Isidoro Suárez:

– Vea señora, los árboles genealógicos no son más que una entelequia porque después de todo la paternidad no es otra cosa que una cuestión de confianza.

Otra anécdota que comparte el periodista está asociada a las cuartetas de insultos que recitaba con gracia Borges entre grupos de amigos o en plena disputa de partidas de truco. “Me acuerdo que cuando le pregunté por eso él se justificó diciendo que ‘las palabras no eran ni buenas ni malas’”, asegura.

“Nino” reconoce que sentía tanta admiración por el maestro que su presencia siempre le pareció “sobrenatural”. “Los periodistas tratamos con tanta gente que al final a todos los volvemos a su condición humana pero con él no pude nunca. Siempre tuve un temor reverencial, quizás por mi edad o por otra cosa. La verdad que me hubiera gustado tener otra estatura intelectual u otra madurez como para poder haberme vinculado desde otro lugar pero igual disfruté mucho los momentos que compartí con él”, confiesa.

A pesar de las visitas frecuentes con Adolfo Bioy Casares y Silvina y Victoria Ocampo, Ramella considera que Borges no era un “amante” de Mar del Plata aunque sí destaca su fuerte “apego con el mar” y el gusto por la playa, sobre todo por Punta Mogotes, en el sur: ni la ceguera prematura le quitó la devoción por nadar y por perderse entre las aguas inmensas.

Y a diferencia de Bioy, que más de una vez puso a la ciudad como escenario de sus ficciones, la única referencia explícita que se puede encontrar sobre “La Feliz” entre los cuentos, ensayos y poemas del genio literario está en La Biblioteca de Babel, que dató de la siguiente manera: “Mar del Plata, 1941”. “Evidentemente eso lo puso por alguna razón pero el hecho de haber escrito el cuento en Mar del Plata o no forma parte de la fantasía”, sostiene el exfuncionario.

Por Bruno Perrone – Página 12

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