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El kirchnerismo no tiene cura, pero todos tenemos Papa, y es argentino

Es inconmensurable ser contemporáneos del hecho histórico más importante del país. La renuncia de Benedicto fue la punta del iceberg, a partir de allí el vértigo. Los K regresaban de la apropiación de la figura de Hugo Chavez, un marco de luto que le caía muy bien políticamente, a su modelo demagógico y populista. La congregación de 115 obispos que provenían de todo el mundo, se aprestaba al cónclave, era cuestión de esperar la fumata y que la chimenea exhale el humo blanco, que anuncie el “habemus papa”. Y ese momento llegó.

Lo fueron a buscar  al  “Fin del Mundo”, resultó un jesuita argentino, del Barrio de Flores. Como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Antonio Bergoglio, no había tenido suerte con el pedido de audiencia en Balcarce, allí nomás cruzando la calle, está la casa Rosada. Sin embargo 14 intentos fueron vanos, hubo que recorrer 18.000 kilómetros, dejar el avión en Marruecos y llegar al Vaticano, para una privilegiada primera vez. Allí fue, bajando tiempos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Un día después tuvo que prestar atención a una homilía pero en la Plaza San Pedro, era un momento inimaginable. Muy bien filmada la primera mandataria argentina, por las cámaras de la televisación vaticana, debió escuchar algunos términos, en compañía de figuras como Caló y Viviani. Durante 10 años había decidido evitar incomodidades, mudando las ceremonias de La Catedral porteña, a otros puntos del país. Se pensaba  lo que no escuchamos no existe. Sin embargo la templada mañana  romana, dejó escapar del atril pontificio, definiciones como soberbia, pobreza, bondad, aunque esta vez no apareció la palabra corrupción, que sobrevolaba sin embargo, entre quienes examinan el contexto global y sus vínculos.

Fue un mensaje para miles de millones de personas de todo el mundo, católicos y de otras religiones, razas y lenguas. No se sabe de alguien que en todo el planeta Tierra se haya quejado o molestado, por lo que transmitía el sacerdote argentino, ungido como Francisco.

Atrás habían quedado las operaciones, que intentaron quebrar la sagrada misión de elegir de los obispos, cualquiera menos Bergoglio. Circuló un “dossier” que se había impulsado desde el país de origen del hombre que había llegado al Vaticano, con la llave de su habitación entre su pertenencias, una lectura que refleja, que hoy el último sucesor del Apóstol Pedro, no pensaba quedarse por mucho tiempo en Roma, a tal punto que tenía una reserva para regresar.

Aquella burda maniobra nunca fue desmentida por el Vaticano, por lo tanto existió y circularon copias. Todo el oficialismo, incluido el embajador Cafiero, intentó despegarse de la operación, pero sin suerte. Este cúmulo de hechos y evidencias, fueron la prolongación de la tardía y fría carta de felicitación, a quien se iba a convertir en Francisco. También de la bajada de línea, que como retazo de un discurso en Tecnopólis, CFK le dedicara, sin nombrarlo, al hombre que ha despertado admiración en todo el mundo.

Es decir una eminencia, una celebridad, la mayor del país en sus 200 años, que era su vecino, se había ignorado no sólo hasta el ridículo, sino hasta un irreversible error político del cual no hay retorno. Aún así cuando se intenta volver hacia atrás, en un intento de apropiación de Francisco, la torpeza alcanza límites insospechados. Es hasta un peligroso error tomado como política de Estado. Cuando se debió estar impulsando a Bergoglio como papable, el gobierno K se deshacía en desmontar esa probabilidad. Pero algún ruido debió existir, para que con recortes periodísticos se armara una campaña de desprestigio al hincha más famoso de San Lorenzo, que alcanzó el 90 % de los votos, para presidir la fe de 1.200.000.000 católicos.

Hay que ir dilucidando a través de testimonios, de lo que trasciende, el armado de este rompecabezas delirante, que seguramente se convertirá en una futura película, que cuente la verdad sobre la historia propia de este país y de gobernantes que manejan la política para su enriquecimiento personal, usando el Estado separado de los principios de República, las instituciones y un intento de perpetuación en el poder, todo a partir de la dominación total de los medios de comunicación.

¿Por qué se habló de Malvinas y de la Patria Grande en el almuerzo con Francisco? Porque no hay agenda común, por la diferencia existente entre los protagonistas. Haber llegado al techo, a la cumbre del pontificado católico, debilitó a una mujer que al borde del llanto, debió caminar hacia él, para saludarlo encabezando a los dignatarios de 132 países.

Acaso la agenda común podía incluir: cómo viaja el Papa, cómo viste, cómo calza, cómo recorrió las villas miserias. No puede haber una agenda común, cuando la visitante tiene a un tilingo como vice, que se acaba de conocer cómo gasta fortunas en cada viaje al interior y hasta el exterior del país, protegido por la justicia adicta y alineada al oficialismo. Cómo esperar que con esas conductas se interprete a un jesuita, que llega en el peor momento de la Iglesia Católica.

¿Podía incluir una agenda común este estropicio? frente a un hombre que conoce en exceso cómo se está manejando el país. Sobran las malas noticias para el gobierno, que lamentablemente son malas noticias para una inmensa mayoría de los 40.000.000 de argentinos. Pero la situación doméstica, el cabotaje ha quedado sepultado por una dimensión desconocida, todo el mundo sabrá ahora en detalle de qué se trata lo que ocurre en Argentina, porque se ha convertido en el país del Papa.

Es difícil intentar comprender semejante quiebre, sino no se lo vincula con la entronización de Francisco, que sólo podrá contemplar cómo se deshilachará el país en forma inmediata, sin margen, sin capacidad de reacción, que se ha debatido para relacionarse con Venezuela e Irán, y otros países que son satélites en el concierto internacional. La decisión de una empresa que venía a invertir U$S 6.500.000.000.- a desistir del emprendimiento, y sus directivos irse del país por razones de seguridad, son una foto del momento, mucho peor aún, cuando se sostiene que a la Argentina le hacen falta inversiones.

Francisco fue emitiendo frases y palabras, que fueron una sucesión de lecciones en cada una de ellas. “No viajen y hagan donaciones a los pobres”, quedan dudas sobre si todo el mundo cumplió, con lo cual la hipocresía y cinismo se pone de manifiesto de una manera dramática y patética.

La numerosa y desbordante comitiva oficial, se sintió más a gusto hace poco en las exequias del líder bolivariano, que en la Plaza San Pedro. Allí arribaba por primera vez un hombre del Tercer Mundo y de Latinoamérica. Argentina hizo el aporte impensable: Francisco.  Además combate la pobreza  y se compromete por la gente más humilde, pero en serio no por los votos. Por ahora los aplaudidores de circunstancia, y los militantes rentados de La Cámpora seguirán cumpliendo su papel, para un placer minúsculo, imperceptible, como si el mundo los hubiera tragado.

Jorge Elías Gómez

jgomez@mdphoy.com

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