Portada

Violencia en las escuelas bonaerenses: El diagnóstico K habla de “fracaso”, pero omite su propia responsabilidad

La irrupción de violencia registrada en la Escuela N° 21 del barrio Jorge Newbery, en la ciudad de Mar del Plata, (Ver https://loqvi.com.ar/la-violencia-en-las-escuelas-crece-y-kiciloff-mira-hacia-otro-lado/) volvió a exponer un fenómeno que ya dejó de ser excepcional. El Director General de Cultura y Educación bonaerense, Alberto Sileoni, calificó lo ocurrido como un “fracaso”, habló de “comportamiento primitivo e irracional” y reconoció una “escalada” de episodios similares en la Provincia.

Sin embargo, su explicación volvió a apoyarse en un argumento que ya se repite como un mantra y que también formuló la referente kirchnerista Fernanda Raverta: la violencia es social y se expresa en la escuela.

Pero esa lectura –políticamente cómoda- evita hacerse cargo del deterioro educativo de los últimos años. Y ahí está el verdadero núcleo del problema.

Según relató Sileoni en diálogo con el diario local LA CAPITAL, la escena que se desató tras un presunto tocamiento entre un niño de 10 años y dos niñas de 7 –que terminó en disturbios, policías heridos, patrulleros dañados y el incendio de una vivienda– fue “un desmadre”.

Me parece un fracaso de la sociedad”, dijo.

La frase refleja parte de la verdad. Pero es una mirada no sólo parcial, sino sesgada y oportunista. Y negadora.

En nuestros análisis previos sobre la crisis educativa bonaerense ya advertimos que muchos de los adultos que hoy reaccionan impulsivamente, gritan dentro de una escuela o se pelean entre ellos en el patio, son el producto de la propia escuela que dejó de formar.

Esa escuela que, especialmente desde los ’90, se alejó de la exigencia, desdibujó los límites y confundió inclusión con permisividad.

Sileoni habla de “fracaso social”. Pero ese fracaso es hijo directo del fracaso educativo que la política nunca quiso admitir.

El titular de Educación insistió en que muchos episodios son “violencia social que se manifiesta en la escuela”. La idea no es nueva, es el argumento al que acuden gobernantes, inspectores y funcionarios cuando deben explicar lo que no logran controlar.

Pero este argumento deja afuera un dato clave: La escuela no es un espacio neutro donde la sociedad se reproduce. Es, más bien, un espacio formativo donde la sociedad se fabrica.

Durante años venimos señalando que la autoridad docente fue vaciada, la disciplina perdió valor pedagógico. la palabra “mérito” se volvió incorrecta, los conflictos se relativizaron y los límites se diluyeron.

Una escuela que renuncia a educar en la responsabilidad no puede esperar que las familias actúen con responsabilidad.

Sileoni denunció que en episodios como el de Mar del Plata “se anula el pensamiento racional”. Tiene razón, pero lo que no dice es que hace décadas que la escuela ya no reconstruye racionalidad, por eso hoy la irracionalidad entra sin pedir permiso

Cuando el aula se convierte en un espacio donde todo se tolera, donde la sanción se evita, donde la convivencia se improvisa y donde la autoridad es debatida como si fuera opcional, los comportamientos impulsivos encuentran terreno fértil.

Los disturbios recientes en La Plata, José C. Paz o Mar del Plata no son simples descargas de violencia social. Son la consecuencia lógica de un sistema educativo que ya no educa para la convivencia, el autocontrol ni la reflexión.

El colapso educativo alimenta el colapso social

En nuestros artículos previos expresamos claramente el concepto de que el sistema educativo renunció a su tarea formativa, a enseñar límites, sostener autoridad, exigir responsabilidad, formar pensamiento crítico y educar para la vida en comunidad.

Y esta claudicación no la determinaron los directivos o docentes. Fue y es una decisión política del gobierno provincial que los sindicatos docentes –los mismos que ahora convocan marchas para visibilizar la violencia- han acompañado y defendido.

Por su parte, la ex candidata a intendente de General Pueyrredon y ex titular de ANSES, Fernanda Raverta, fue también en la dirección marcada por el ministro de Kicillof, al sostener, en una Carta Abierta dirigida a los docentes, que «el hecho no es casual”, y que “sucede cuando un clima político habilita la violencia y desordena los vínculos”.

A su vez, no perdió la oportunidad de hacer proselitismo temprano: «Sucede también cuando hay menos profesionales de salud mental en las salitas municipales«, dijo.

Y remató sin ponerse colorada: «Cuando el Estado se retira, los conflictos se re-localizan. Se vuelven más cercanos, más cotidianos, más crueles. No aceptemos esa lógica”.

La política del avestruz.

Asímismo, cuando Sileoni afirma que lo ocurrido en la Escuela N° 21 es un “fracaso de la sociedad”, omite que ese fracaso se incubó dentro del sistema educativo que él mismo conduce, y que Raverta acompaña, y que la Provincia sostiene desde hace décadas sin modificar sus fundamentos pedagógicos.

La sociedad fracasa cuando fracasa la escuela. Y la escuela fracasa cuando la política educativa decide mirar para otro lado. La violencia no es un rayo que cae sobre los edificios escolares. Es el efecto de un modelo que debilitó a la institución que debía contenerla.

Hasta que ese diagnóstico se asuma con honestidad, la escalada no se va a detener.

Prof. Luis Distefano

Director de www.profe.ar

@DistefanoLuis en X

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*