Carta de Lectores

Trinidad Non Sancta

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Para lo que nos da vueltas por el cerebro, al querer encontrar el rumbo, buscamos primero definiciones de Estado. Van entonces dos de referentes del pensamiento universal.

San Agustín: Es una reunión de hombres dotados de razón y enlazados en virtud de la común participación de las cosas que aman.

Karl Marx: El Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder; no es la salida del estado de naturaleza, sino su continuación bajo otra forma. Antes al contrario, la salida del estado de naturaleza coincidirá con el fin del Estado. De aquí la tendencia a considerar todo Estado una dictadura y a calificar como relevante sólo el problema de quién gobierna (burguesía o proletariado) y no el cómo.

Dos definiciones de Estado contrapuestas. Una más ligada a los hechos y en consecuencia cruda; la otra, no podía ser de otra manera, más soñadora, hasta romántica, con un amor que muchas veces se confunde con el cariño a sí mismos sin darle lugar a lo común, a lo que nos podría unir, pero que resulta vencido por el egoísmo. Distintos tiempos, diferentes contextos, por eso quizás esas dos líneas paralelas que se podrían unir pensando que uno mostraba el deseo y el otro una realidad a derrotar.

El Estado en la Argentina, atento a nuestra manera de intentar el orden, está conformado por tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, puestos como una supuesta Santísima Trinidad que lamentablemente ha dejado de ser santa en el camino de los años de Democracia. Por un lado el Ejecutivo, el gobernante unitario (ni hablar de federalismo), al que habitualmente se titula erróneamente como Estado, excluyendo lo demás. Y lo demás en grado de extinción, por su dependencia, querida o no.

Al legislativo. Si vamos a las palabras del senador Miguel Ángel Piccheto, en noviembre, ante reformas al Código Civil, reconoció que votó el proyecto oficial “por obediencia política” (¿política o partidaria?), esperando que la Cámara de Diputados corrija puntos de la norma. Escribanía, como le dicen, que extingue el dialogo constructivo de un auténtico Poder Legislativo.

El Judicial, enredado en algunas complicidades y además a merced del no cumplimiento de lo ordenado en sentencias y resoluciones por parte del Ejecutivo. Recientemente la Corte se expidió sobre la publicidad oficial reclamada por un canal de TV y dentro de los fundamentos, señalando puntualmente casos no obedecidos, indicó que “El incumplimiento de una sentencia judicial constituye un desconocimiento de la división de poderes que resulta inadmisible en un estado de derecho”. En tanto el jefe de Gabinete Jorge Capitanich señaló que esa decisión judicial “viola la división de poderes”. La presidente asimismo dijo en uno de sus discursos (brindó tres en un día): “la división de poderes es

para todos”, sin querer entender que esta conclusión la incluye y la obliga doblemente por su condición.

Otro más digo: “El Consejo está paralizado. Ya hace un año y medio que no salen concursos para jueces. Hay 260 juzgados vacantes”, referencia de uno de los nuevos componentes del Consejo de la Magistratura, Julián Alvarez, que responde a La Campora. Por su parte, el juez y consejero Ricardo Recondo sostuvo: “Lo que buscaban era sojuzgar al Poder Judicial. Veremos si es cierto que ahora quieren dialogar”.

En grado de extinción, no significa que todo se perdió, todavía debe haber un macho y una hembra, a la espera del momento sublime que los multiplique en un hábitat acorde a las necesidades para declarar viva otra vez la especie.

La misión: recuperar ese espacio y las virtudes de la Trinidad, más allá de comprender que nunca se alcanzará el grado de santidad, no seremos tan ilusos. Es una utopía, pero como en todas, lo importante es emprender el camino. Como cuando nos sumamos al ver el salvajismo de aquellos que atentan contra una especia u otra, es la hora de exigirnos en esa dirección, quizás atendiendo lo que sugiere la canción de Serrat, “La gente va muy bien”.

La gente va muy bien para vencer obstáculos, para darnos sorpresas, recobrar la memoria y emplear la cabeza para cambiar la historia y unidos buscar el camino que lleva al Edén. La gente va muy bien.

Lo dice el Nano, con su sabiduría para cantar miserias y soluciones. Es recomendable escucharla toda. Vale la pena.

MIGUEL TOSCANO

DNI 5.329.126

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