Arte y Cultura, Cultura

Luis Agustín Reales, 1960-2023

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El Quitapenas

Por Virginia Ceratto

(especial para Mdphoy.com)

 

Una larga despedida, festiva, interminable, como boda gitana, que duró no solamente durante la ceremonia del adiós en la casa velatoria, tal y como él la había pedido, sino hasta días después, antes del comienzo de la Marcha del Orgullo, cuando Karina Freire nos pidió a la Karina Levine y a mí, por una razón que contaré, que habláramos para homenajearlo. Fue y seguirá siendo la que no va a dar lugar al olvido, nunca, en el caso de Luis Reales, músico, gestor, militante, ex funcionario, y sobre todo, persona amada y amadora, si cabe el término, de todos aquellos que lo conocimos y aún de quienes se vieron beneficiados por su generosidad.

Ya ungido por el dolor propio de su enfermedad y viendo el próximo y cercano final, nos fue reuniendo, de a uno, de a dos, y reeditó abrazos, palabras amorosas, anécdotas, risas e instrucciones. Entre esas, su velorio. Quería que fuera en el Honorable Concejo Deliberante, y no pudo ser, avatares de la administración. No importa ya.

Fue a pocas cuadras. En una sala Luis, con su cabeza con flores que, íbamos armando como una corona de Rey, de elfo, de amable vikingo, y muy cerca media ciudad se abrazaba y se disponía a cumplir con dos consignas: música y brindis. Y una más: nada de llanto.

Algunos no pudieron, porque no iban a poder, otros nos fuimos antes de las 21:00, porque si llorábamos, íbamos a terminar gritando que no es justa la vida, para nada, cuando tanto desgraciado sigue vivito y coleando. Y el “no sufre más” no nos sirvió de consuelo, porque Luis no debió haber sufrido nunca. Y si bien hasta el 21 de octubre siguió tocando el piano, y la guitarra, componiendo y revisando un libro maravilloso que voy a prologar, debió estar en funciones como gestor, así como lo hizo hace años, durante la gestión de Gustavo Pulti. Lo merecía, porque cuando lo hizo, lo hizo muy bien.

¿Alguien le bajó el pulgar?

A Luis no le importó. Lo supo, claro, pero fue tan generoso que como escribió, algo parecido, Valentín Belza, Reales era íntegro en un gran escenario, en un despacho o en el piringundín más rancio digno de la canción “El hombre del piano”.

Solamente diría… Toca otra vez viejo ganador… Nunca perdedor.

A propósito, en una internación, medio inconsciente él, una enfermera dijo “el del piano se llama Luis”. Había visto su pulsera que emulaba un piano. Sus 88 teclas como fusiles desde donde disparar todo lo bueno. Lo mejor. Esa enfermera lo reconoció.

En el velorio quienes estábamos enemistados nos saludamos hasta sin rencor, porque él lo pidió, expresamente. Quienes somos amigos nos encontramos en miradas de… lo que se pudiera que fuera un atisbo de contención. En su nombre.

Desde músicos, actores, actrices, intérpretes, funcionarios, familia -desde ya-, vecinos, hasta un ex convicto que explicó que Luis le había enseñado música en el penal de Batán y que se había enterado y quería rendirle homenaje… todos estuvimos ahí.

La verdadera ceremonia, la que él quería, comenzó, creo, porque me mantuve alejada, cuando Andrea Porcel tomó su corno inglés y luego de palabras sensibles y maravillosas -es la mamá de su hijo mayor, Pancho- comenzó a tocar como un duende. Andrea es un hada.

Karina Levine y Paula Resser cantaron tangos, hasta ahí pude quedarme adentro. Más tarde vi cómo la multitud entonaba, entonada por el vino y el amor, “El amor después del amor”. Porque sí, era lo adecuado: Luis sabía y enseñaba que nadie puede y nadie debe vivir sin amor.

Sé, por casi 50 años de amistad, que se hubieran cumplido en marzo, que siempre predicó eso con hechos. Solidarios, amables, incluso anónimos. Coros y agrupaciones y colegios tuvieron el privilegio de contar con su labor de Maestro y como intérprete a cambio de ninguna moneda. Ninguna moneda. Y así despertó vocaciones, las descubrió. Son innumerables los ex integrantes de “La corte de los milagros” que hoy se dedican a la música, en Argentina y en el exterior porque Luis les dijo que sí, que podían aprender, que nadie es inútil en arte.

Y así lo reconocieron. Y así lo acompañaron ex alumnos y directores, como Laura Parra, Alejandra Zanetta…

Abría caminos. Mi querido quitapenas.

Y a propósito, cuando hicimos el “Fausto” de Orgambide, en la Milonga del Quitapenas, Luis les enseñaba a los integrantes de “La corte…” ese pampampan, pam pan…

Hace 17 años, una abogada, junto con la actriz Gladys Lugea, me pidieron colaboración para hacer ALGO, alguito, en algún lugar por el Día de la Dignidad Gay. Yo trabajaba en el Auditorium. Y pensé: acá.

El otrora director, Jorge Taglioni, junto con el ex Jefe de Gabinete, Gustavo Giordano -si hay un Paraíso están con Luis-, me dijeron: si encontrás artistas que colaboren hacelo. Hablé con Luis. Dijo sí. Luis habló con Karina Levine. Dijo sí.

Freire estaba con Radio Gallo y algo con APID. Las actuales asociaciones no existían. Los cargos no existían.

Y comenzamos a hablar con la comunidad gay: Santi Flores, Marito de la Melange, Silvia Grey, Julia Amore, Elio Adriel, Mónica Sánchez Blanco, Hernán Giménez, Masisa Leguizamón, Victoria Carreras…

Por supuesto todos los integrantes de “La corte…”, que ya dirigíamos con Luis, él como Pa, en música, yo en teatro, como Ma. Y no éramos tan binarios, pero así nos llamaban.

Ahí se subió Miriam Rubinsztein liderando un súper Cabaret, con Cristian Contreras, Araceli Cavallero…

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Fue un jueves, 28 de junio, llovía, jugaban Argentina/EEUU. Llegó Marcelo Marán, entonces secretario de Cultura y nos dice: “¿vendrá gente? Está el partido…”.

La Piazzolla se llenó. Alejandra Vilar hizo un clóset, por el que había que pasar y salir, claro, si usted quería ingresar al foyer. Lugea, Miguel Riesco, Marcelo Goñi y todos los artistas del colectivo estuvieron ahí. Incluso Fernando Noy, con un video fabuloso hecho para la ocasión.

El momento de lujo fue cuando, y contra lo que muchos, en reuniones de producción no querían. Discutíamos. Luis hizo señas de no hablar más de eso… Y en la función, Luis, no sin antes hacerme/nos un guiño, comenzó con los acordes del Himno Nacional, sale Karina, sigue Himno, y Levine canta “Oíd mortales el grito sagrado”…

Todos de pie, y continúa: “Yo soy lo que soy”.

A mí me había dicho Luis… “No te preocupes, lo querés, lo tenés”.

A Karina Levine le indicó: “seguí las notas del piano”. Y la Piazzolla ya de pie estalló. Nunca vi nada igual.

Eso fue lo que contamos con Karina Levine el sábado, antes de la Marcha. Y eso es lo que tienen que saber las generaciones jóvenes, que personas como Luis abrieron sus caminos.

Como Luciano Brindisi me recordó en el velorio, mientras contábamos anécdotas como ésa, de cuando a veces hacemos una trampita para que todo salga bien… Luciano me dijo: “te acordás lo que decía Luis en esas ocasiones” (imaginen): ¡Heerrrrmoso!

Andrea Porcel pidió en redes, por eso me atrevo a escribirlo: Luis, cuando asciendas, danos una señal. En el crematorio, día nublado, y veníamos del día anterior, gris también, salía el humo. Yo nunca había visto esa fumata.

Humo espeso. Denso. Seguramente del cajón. No sé. De pronto se hizo más leve. Las cenizas ya no estarían. Y… salió el sol. De la nada. De la nada. Salió el sol. Una señal.

En lo personal tengo que llorar mucho, escribir ese prólogo, y todo vale la pena, si se me permite, pero como vos decías amor, así nos tratábamos: Heerrrrmoso.

Luis Reales, sos Hermoso. Y como te dije hace días… Nos vemos en el futuro, y estás acá, sos, como dice Fito, parte del aire.

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