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“Los ricos también lloran”: el drama macrista de María Belén Ludueña en Canal 13

En un nuevo episodio del reality de la alta alcurnia política-televisiva, la periodista María Belén Ludueña regaló otra de sus ya clásicas performances de lágrima fácil. Esta vez no fue por un perrito perdido, ni por una canción melosa en vivo, sino porque su marido, el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, se cruzó al aire con una panelista que —horror— osó hacerle una pregunta incómoda.

El hecho ocurrió en el programa Mujeres Argentinas, donde Ludueña hace equilibrio entre ser conductora, esposa y, al parecer, vocera emocional del PRO.

Un cruce, una lágrima

Mientras Macri, el primo, hablaba de bicisendas como si discutiera de geopolítica internacional, la periodista Amalia Díaz Guiñazú le retrucó con un caso personal: que la atropelló un colectivo mientras andaba en bici y que las cámaras de seguridad no funcionaban.

Macri, irritado, la mandó al centro de monitoreo. Amalia insistió. Macri bufó. Y así se fue tensando el aire, como suele pasar cuando alguien se anima a contrariar “al jefe”.

La entrevista siguió, terminó, todos sonrieron, y uno creyó que el momento había quedado atrás. Pero no.

Fue entonces cuando emergió la verdadera protagonista del día: la emoción desbordante de Ludueña, en un ‘mix’ entre telenovela mexicana y drama escandinavo, que la llevó a quebrarse en vivo. Lloró. Y lloró más. Y pidió perdón. Y volvió a llorar.

El gobernador bonaerense entregó vehículos, inauguró una base policial y anunció obras educativas, en respuesta al recorte nacional.

En un arranque de sensibilidad pública, explicó que está atravesando un momento difícil porque quiere ser madre, que sufre por la campaña, que le cuesta mucho este trabajo, que lucha todos los días…. recreando una versión televisiva del “qué mal que la estoy pasando” del ‘Gato’ Gaudio.

Y ahí nomás, sin respirar, deslizó un mensaje de Jorge Macri para Díaz Guiñazú, en el que él aclara que no la quiso tratar de ‘quilombera’, sino que simplemente es su rol (el de ser quilombera).

Si querés llorar, llorá

Decía Moria Casán… Pero llorar en cámara porque tu esposo, que maneja una ciudad de tres millones de personas, tuvo que soportar un par de preguntas incisivas, es ya una categoría de actuación que roza el sketch involuntario, digno de la teievidente de Mirtha Legrand, María de Avellaneda.

Hay dramas reales en el país: gente que no llega a fin de mes, madres que no pueden darle de comer a sus hijos, jubilados que eligen entre remedios y comida. Pero acá lloramos porque un funcionario fue interpelado al aire. Buscate un problema honesto, María Belén.

En redes ya la etiquetan como representante oficial de “los niños ricos que tienen tristeza”. Y cómo no. Si uno escucha sus palabras —“esto me duele como mujer”, “me cuesta estar acá”, “hay muchas hormonas”— casi espera que suene un pianito (quizás el que pedía Iúdica) y aparezca un plano en sepia.

La política es dura, sin dudas, pero más duro es ser periodista y bancarse que el marido poderoso no sepa lidiar con una colega que simplemente hace su trabajo.

Mientras tanto, Díaz Guiñazú, imperturbable, respondió con oficio: “No pido disculpas por hacer preguntas incómodas. Nuestro trabajo es la honestidad intelectual”. Claro, el contraste es brutal.

Y así fue que una entrevista sobre bicisendas terminó convertida en un homenaje al melodrama nacional. Porque si algo se puede sacar como conclusión del quiebre de María Belén Ludueña es que en la Argentina de hoy, llorar también es un acto político. Aunque a veces, más que conmover, simplemente hace reír.

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