Mascotas

La usaban para robar y cazar; una denuncia y una mujer postrada la salvaron de un triste final

Fue un sábado de invierno, de esos que anuncian días fríos y grises. Sin poder salir de su asombro, Isabel de Estrada, atendió el llamado de una jueza. Le resultó raro pero a medida que la escuchaba, las dudas y el motivo de esa conversación se iban aclarando. Es que en los alrededores de la localidad de Florencio Varela, en el Gran Buenos Aires, algunos vecinos habían logrado denunciar a un grupo de personas que, acompañados por galgos, cazaban y robaban en propiedades privadas de la zona. La denuncia también incluía a los animales: eran cinco galgos que eran maltratados y estaban en muy mal estado de salud.

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blankCrédito: Clara de Estrada

El llamado de la jueza no podía ser más acertado. Isabel rescata hace más de diez años a galgos en situación de abandono y fundó, junto a un grupo de proteccionistas, laFundación Zorba, que promueve la adopción responsable de esa raza. Y el caso requería de su ayuda. Después de varias semanas, las denuncias habían logrado que se hiciera un allanamiento y que terminara en prisión para los acusados. Por su parte, en un gesto poco visto en nuestro país, los cinco galgos -madre, padre y tres perros jóvenes- fueron llevados inmediatamente a la comisaría. “Están todos en la comisaría pero necesitamos que alguien se haga cargo”, le había dicho la jueza a Isabel esa mañana al teléfono. Inmediatamente puso manos a la obra y logró ubicar a los galgos en hogares de tránsito.

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Ubicaron a los perros donde pudieron, entre casas de parientes y amigos y en la casa de Natalia Baquela, otra rescatista con quien Isabel salvó muchas vidas. Todos los animales -que habían llegado en un patrullero- estaban desnutridos, con problemas de piel y muy asustados. Pero la madre había llamado la atención de Isabel. “Estaba demasiado delgada, muerta de miedo y pelada por la sarna. Nadie podía acercarse a ella porque gruñía aterrorizada y supe que iba a necesitar atención y cuidados especiales”, recuerda Isabel. Para es tarea pensó en Helene, una sueca que había conocido hacía pocos meses y de la que se había hecho amiga en cuestión de minutos: “vive bastante tiempo en la Argentina, tiene locura por los animales, seguro se van a llevar bien”, le había dicho un conocido al hablarle de Helene. Y, de hecho, como le habían anticipado, luego supo que hacía unos cuantos años, parte de la vida de aquella mujer transcurría en nuestro país, ocupándose de sus caballos y angustiada por la cantidad de perros en situación de calle que veía en la provincia.

“Helene había tenido un gravísimo accidente cuando un caballo resbaló y cayó encima de ella. Recién operada, estaba inmóvil en la cama, con su familia del otro lado del mundo y una larguísima recuperación para la que iba a necesitar mucha suerte y paciencia”, explica Isabel. Por eso no dudó en presentarse en la casa de su nueva amiga con la perra hembra, a la que bautizó Sophia. “Llegué a su casa con una perra asustada, gruñona y semi pelada. No dudaba de la pasión de Helene por los animales… ¿pero funcionaría la dupla que yo tenía en mente? Confié en que se ayudarían a sanar, en que se acompañarían y se darían tiempo para recuperarse mutuamente”.

Pasaron los meses. Sophia y Helene lograron conocerse. Al comienzo, Helene no podía caminar siquiera con muletas y, cuando empezó a hacerlo, la perra fue su guardiana con una delicadeza propia de la raza. “Me hicieron tres operaciones y fui bendecida de poder caminar de nuevo. Pero fueron esos primeros días con Sophia que cambiaron todo. Yo estaba en la cama sin poder moverme y ella se quedaba al lado mio sin levantarse siquiera para buscar agua y comida. Hoy seguimos así sin separarnos, pero corremos juntas. Lo que Sophia hizo por mí ningún humano o médico lo pudo hacer”, dice Helene con una sonrisa.

Por su parte, Helene e Isabel crearon una línea de indumentaria femenina (venden camisas, vestidos y polleras con diseños de monos, galgos, elefantes, camellos, caballos y pájaros) para colaborar con los animales que lo necesitan. “Creo que si aprendemos, aunque sea un poco, a tratar a estas bellas criaturas con respeto, humildad y humanidad, vamos a producir un cambio que genere impacto. Ojalá podamos sumar nuestro granito de arena por ellos y para ellos”, concluye Helene

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