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Juan Carlos Abachian, el rugbier desaparecido por Etchecolatz

Marta Abachian recordó el momento de la desaparición de su hermano y detalló el rol clave del renombrado genocida. La historia y el dolor de su familia, a 42 años del último golpe cívico eclesiástico militar.

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Por Javier López Ezcurra – Que Digital

Juan Carlos Abachian fue secuestrado el 27 de diciembre de 1976 en la ciudad de La Plata. Oriundo de Mar del Plata, lo apodaban ‘El armenio’ por sus orígenes y porque sus antepasados fueron víctima del genocidio armenio perpetrado por el Estado turco. Estudiaba Derecho en la Universidad Católica y jugaba al rugby, primero en Universitario, y luego en Mar del Plata Day School. Ocultaba, en parte, su marcada posición política. Pocos meses antes de su desaparición se fue a vivir a La Plata para continuar sus estudios y trabajaba en un taller de chapa y pintura para mantenerse. Desde aquel 27 de diciembre 1976,  permanece desaparecido.

“Yo tenía 14 años, estábamos en el negocio que mi familia tenía en la avenida Luro y la costa, a metros del Casino Central y la Peatonal San Martín. En un momento llegó el suegro de mi hermano a contarnos que Juan Carlos había caído, que lo habían secuestrado, y que su hija había podido fugarse”, recuerda su hermana Marta, periodista, docente y activista de Derechos Humanos.

Al momento de su desaparición, Juan Carlos tenía 26 años y estaba casado con Mercedes Loyarte, con quien tuvo a su hija Rosario, una beba de 8 meses en ese entonces; ambas emigraron a España. Sobre aquel doloroso episodio, Marta recuerda: “Cuando salió de trabajar lo interceptaron en la esquina de su casa y se metieron en la vivienda para detener también a su mujer. Él le dijo ‘negra rajá que te matan’, y ella consiguió huir. Por suerte mi sobrina estaba en Mar del Plata así que no se convirtió en otra nieta que buscar. Mis padres deambularon de un lado a otro, presentamos hábeas corpus. Buscamos por cielo y tierra”.

El caso de Abachian es uno de los que más golpeó al deporte: Juan Carlos es uno más de los casi 140 rugbiers que fueron desaparecidos por los militares en todo el país. En 1998, en el juicio por los crímenes del llamado Circuito Camps, Marta fue a declarar a La Plata con su otro hermano Miguel Ángel. En una de las audiencias, un exdetenido desaparecido reconoció una foto de Juan Carlos en uno de los centros clandestinos que dependían de la Jefatura de la Provincia de Buenos Aires, que estuvo a cargo del general Ramón Camps, indultado por el expresidente Carlos Menem en 1990 y bajo la responsabilidad de, entre otros genocidas, Miguel Etchecolatz,

“Nunca tuvimos ninguna respuesta, hasta el 2012”, dice Marta. Y puntualiza que en la sentencia, los jueces Mario Portella, Roberto Falcone y Carlos Rozasnsky nombraron a Etchecolatz como uno de los responsables de la desaparición física de Juan Carlos. “Es todo lo que sabemos. Nunca supimos más nada”, se lamenta.

Abachian tenía una clara ideología política. Militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y en Montoneros. Sin embargo, su familia y amigos no lo sabían. Tampoco que estaba en la capital bonaerense, y no en Buenos Aires, como les dijo. “Irse a vivir a La Plata fue una pésima decisión porque fue una de las ciudades más reprimidas. A nosotros nos dijo que estaba en Capital Federal”, cuenta su hermana, quien tuvo contacto con él por última vez cinco meses antes de la tragedia.

Con una sonrisa dibujada en su cara de par en par, Marta describe con aprecio a Juan Carlos y su relación con él, a pesar de existir una diferencia de edad de 12 años: “Tengo el mejor de los recuerdos. Era el que más me cuidaba, me protegía. Estaba muy presente. Siempre caía a casa con sus amigos después de entrenar. Era muy solidario. Juntaba mucha comida y ropa para llevar a las villas. Siempre quería ayudar y sacar a los chicos de la pobreza, por eso colaboraba en los barrios con el objetivo de un mundo más igualitario e inclusivo”.

El 16 de septiembre de 1976, exactamente en la Noche de los Lápices, un grupo de encapuchados con ametralladoras entró a la casa de los Abachian, y según relata Marta, reventaron la casa: “Ese día entraron dos veces, estuvimos deambulando en un hotel y en casa de amigos. A Miguel Ángel, en más de una ocasión, se lo llevaban del Club Unión pensando que era Juan Carlos, se lo llevaban por las dudas”.

A pesar de la actividad política de su hermano, Marta no reconoce a la política como temática principal en la mesa de su familia: “Mis padres nunca militaron. De toda la familia, el único detenido y desaparecido fue Juan Carlos. Sí padecimos varios allanamientos, pero no éramos una familia política”, concluyó.

EL IMPACTO DE LA DOMICILIARIA DE ETCHECOLATZ
Más de cuarenta años después de la desaparición forzada de Juan Carlos Abachian, la Justicia le otorgó al represor Miguel Etchecolatz la prisión domiciliaria en su casa del Bosque Peralta Ramos de Mar del Plata. El mismo dolor, cuatro décadas después. Sin embargo, el pasado viernes 16, la misma Justicia tuvo que dar marcha atrás a fuerza de organización popular y finalmente le revocaron el beneficio, por lo que regresó a la cárcel.

“Fue un acto de justicia, un laburo impresionante de todos los organismos, pero mucho más de la agrupación Vecinos sin Genocidas”, dice Marta y agrega, sobre la posibilidad de que otros represores vengan a Mar del Plata: “Enterarse que Alfredo Astiz podría estar en el listado del gobierno para otorgarle la prisión domiciliaria es un retroceso de 40 años”.

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