CRÓNICA DE UN FEMICIDIO
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Como triste, tristísimo correlato de la realidad, de sus hechos aberrantes y de la minimización que parece estar en la mirada del Poder, la Comedia de la Provincia de Buenos Aires presentó “Otelo”, una obra de W. Shakespeare en donde la tragedia elige a sus víctimas fatales -y principales-en dos mujeres. Una vez más, desde el siglo isabelino, no hay clases para la muerte.
La violencia no respeta.
Una vez más, y como una ironía atroz, en nuestra Latinoamérica, salvo algunas privilegiadas, salvo Lali y Shakira, las mujeres lloran, no facturan.
Lloran, y mueren. Lloran, y las matan.
¿Por qué? Un poco, a juzgar por este drama, porque sí, por las dudas sembradas por un ambicioso o rencoroso que no repara en que está en juego una vida, por un hombre de apariencia y prestigio gigantes que en realidad es débil y se comporta como una marioneta, porque… Porque la muerte es fácil cuando el dardo apunta a una mujer.
En este “Otelo”, la obra nos presenta a un gran protagonista, demiurgo de la acción, Yago (Fabio Prado González, que brilla en su personaje), con su arrogancia y bajezas, en ese arco de múltiples colores que el actor maneja a la perfección.
A su lado, Otelo (Juan Palomino), el gobernador, comienza como un gran hombre que está, además, enamorado, y que debe demostrar su pureza (no olvidemos que no en vano es un moro, etnia elegida por el autor inglés precisamente por el prejuicio europeo hacia la piel oscura, prejuicio que aún no se supera, allá, acá…), de ahí esa cruz casi fuera de escala para avalar su honra y merecer su cargo y a la mujer que ama. Y de ahí, y sin pasajes, sucumbe a la tribulación, estado sin luz si lo hay, y de los peores, sin más motivo que un chisme -hoy serían unos likes imprudentes en cualquier red- urdido por ese personaje ominoso y con algo de duende burlón a la vez, ese fantástico Yago.
Palomino imprime en su Otelo toda su fuerza, desde lo físico, desde la voz, y su mejor momento, es cuando vuelve de ese brote que lo llevó a matar. Nada menos que a matar. La posibilidad de redención de Otelo sucede al final. Irrumpe. Y se desvanece, como la luz de la candela que tiene en su mano al comienzo de la obra. La muerte todo lo apaga.
Mario Moscoso es Rodrigo, ese adinerado veneciano, avaro de joyas, y de la mujer, al fin y al cabo, una pertenencia más para su colección. Y hay algo que lo rescata antes del fin: una cierta inocencia emparentada con el capricho. Rodrigo no urde… Es urdido. Fogoneado, atizado, empujado, por este Yago que maneja los hilos.
Francisco González Gil es Casio, el elemento necesario para que a su alrededor se teja una trama macabra. No importa su honor, no importa su obediencia. Ha sido señalado por las circunstancias y por el dedo de Yago. Y sin saber, caminará hacia el final del puente que lo lleva a la desgracia. Y a la recompensa.
Emilia, protagonizada por Emma Burgos, una actriz maravillosa que consigue dar la altura de ser quien desencadena, verdaderamente, la caída. Y lo hace desde la sumisión. A pesar de su parlamento final, cuando la voz shakesperiana llega a extremos de esas arengas o invocaciones como en Henrique IV, o el conjuro de Lady Macbeth, personajes que enfrentan y desafían a la Muerte, ella acciona por necesidad de atención. Es víctima de su necesidad. Y entrega ese pañuelo como quien entrega una prenda a cambio de un poco de atención. Desde el Siglo XVII y hasta la fecha, el sostenimiento del patriarcado ha sido avalado por sociedades cuyos feminismos aún no han sabido fortalecer en las mujeres aquello que tal vez ni sepan que tiene: su propia valía.
Desdémona, Erika Basaldella, es una pluma que va y viene conforme los designios de los hombres, su marido, su amigo y de la fatalidad. En esa fragilidad vive su amor, y en esa fragilidad muere…
Acertada visión del director de la obra, Nicolás Prado, y la dirección de actores de Antonio Lorenzo.
Excelentes la música (Corazones), la escenografía con esa obra de arte que muta conforme lo que ocurre en escena -así como es arriba es abajo… Hermes Trismegisto-, y el vestuario. Correlatos que además, una y otra vez nos repiten que no, que no es en el Siglo XVII, es aquí, es ahora, y que hay que hacer mucho más para que el crimen no avance.
Crimen, enfermedad. O encontramos la cura, o nos mata.
Ficha técnica:
Actúan Juan Palomino en el papel de Otelo, Erica Basaldella como Desdémona, Fabio Prado González es Yago, Emma Burgos interpreta a Emilia, Francisco González Gil como Casio y Mario Moscoso en el papel de Rodrigo. Música en vivo de la banda Corazones. Dirección general y versión de Nicolás Prado, con Antonio “Toni” Lorenzo a cargo de la dirección de actores. Dirección de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires: Eduardo Albano.