Arte y Cultura, Cultura

CRÍTICA // CULTURA: De todo, como en botica

Por Virginia Ceratto

(especial para Mdphoy)

A las varias profesiones que se agolpan o se suceden en este primer cuarto de siglo, se suma la de curador de teatro.

Puede andar, ¿no? Pero tengamos en cuenta que “curador” de teatro es un cualquierismo. Es una versión modernosa de “programador”, término correcto que se usa hace mil años y con acierto y que se viene reemplazando en pos de una pretendida novedad que ni nos cura ni nos mata (una inyección de agua) pero que a algunos les resulta atractiva.

Como en los espacios gigantes, cuartos muy pequeños y no convencionales donde se ofrece microteatro, luego del trago 2×1, junto a las salas “de toda la vida” y el lugar con especial equipamiento sonoro.

La fórmula sirve.

Tal vez como una manera de enmascarar o paliar la crisis, tal vez sólo como un negocio.

Ojalá que estos lugares sean capaces de convivir con los “oficiales”, cuando estos recuperen su misión.

No lo calculamos aún. Sabemos que no es nuevo. De hecho, en todo el mundo se hace: es uso de cualquier espacio para hacer otra cosa se da, desde viviendas en garajes (Mar del Plata es un ejemplo: las familias, hace décadas, que vivían como sardinas para alquilar su casa en verano, o las que no tienen más remedio que alojar a parientes o amigos que no pueden pagar alquiler), locales que mutados en monoambientes, aulas escolares como refugios, si las aulas quedaron invictas, en la tempestad.

Y antes, en la Edad Media: atrios de iglesias donde se representaban los autos sacramentales. Y así.

En el mundo, la representación teatral o híbrida en “otros” espacios es parte de guías turísticas de excelencia o snobs.

Y convengamos que las librerías tienen una larga tradición en esto de ofrecer cultura de manera diversas. Tan plural como las secciones de sus estanterías.

El libro tiene tentáculos y es cuna: ya sea en las mesitas de la vereda de Sergio Italo Agliano en el barrio San José, o abrazando las charlas y talleres que se ofrecen en Lilah, en el club donde la lectura es en pretexto en el café de la calle Paso, o en este anunciado ciclo teatral en El Gran Pez.

Insisto: ojalá que las ofertas perduren y que convivan con los espacios estatales.

Un recuerdo a Bergara Leumann.

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