
EL JUEGO DE LAS LÁGRIMAS
Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy)
Como el puntazo que llega cuando una relación, de dos, de tres o de cuatro, se enraíza en el goce, no en el placer, “Una forma más honesta” nos grita, nos recuerda, desde el comienzo que, con una tercera persona en discordia, ese plural de dos, y más habiendo una gata flora, que no es el gato Frida, la histeria salpicará a quien quiera que juegue. Y no importa si ese vínculo es hétero, homo, queer: las normas siguen siendo patriarcales, todas, todos somos iguales ante la ley de los vínculos y vamos al psicoanalista porque el amor duele.
Nadie se acuesta en el diván porque en el súper cambiaron la góndola de lado.
Esa personaje Maru, tan conocido… quién no conoce una Maru, juega un particular juego de la Oca, avanza dos casilleros, retrocede… Pierde su tiempo y el ajeno en devaneos que también conocemos: las margaritas se deshojan desde hace siglos.
Jochu, el varón, es eso, el estereotipo del varón. O del macho masomenos, así, todo junto, masomenos deconstruido. Y se quedará, hasta que tenga que poner pies en el barro. O en el charco, o en lo que no sea su moqueta.
Dulce… Me recordó a cierta rebeldía de Celestita Carballo hace mil años. Y algo nos tranquiliza: su dolor se cura con la edad. Y Celeste cada día canta mejor.
El gato Frida es ese coro griego que saca algunas ventajas, por gato y se adapta. De lo contrario, tantas vidas serían una tortura.
Excelente esa escenografía de la precariedad, de lo rústico, correlato de esos vínculos que se pueden desarmar con un baldazo de agua o una chispa de encendedor. Y además, ese cerco. Cuatro, no hay que discriminar al otro ser sintiente, el animal más bueno, en un corral.
Los roles, los lugares: se intercambian. Se está en primer lugar, o como segundo plato y en la vida propia, nunca se es la otra, o el otro, o lo otro.
La vida propia duele en primera persona.
Y la primera persona tiene que elegir, o callar. Y no importan ni sexo ni género. Se elige o se pacta. O se calla.
Porque la pareja, hacia aquí, hacia allá, nunca será cómplice, porque como escribía Lispector, no hay cómplices para el dolor. Y, lo he escrito, el amor duele.
Y sin límite, desde la sensatez nomás, sólo habrá goce, y el goce es lo más cercano a la muerte que hay. La ronda, la busca, la gambetea, hasta que tira un centro. Final del juego.
Los gatos, los de cuatro patas, saben: en boca cerrada no entran moscas.
Ficha técnica
Actúan: Liliana Weimer, Aldana Illán, Nahuel Vec, Mariana “Cumbi” Bustinza. Música original: José Ocampo. Escenografía: Pía Drugueri. Iluminación: Jorge Thefs. Vestuario: Maruja Bustamante, Valeria Casielles. Fotografías: Lau Castro, Nacho Lunadei. Diseño gráfico: Antonella Andreoletti. Ilustraciones: Carolina Angriman. Producción ejecutiva: Valeria Casielles. Asistencia de dirección: Tefi Saragusti. Dramaturgia y dirección: Maruja Bustamante.




