La política trémula dio otro paso hacia la oscuridad. Aldrey Iglesias en la actual coyuntura del país fue lo que nunca debió haber sido. Una inmensa mayoría ha sostenido durante décadas que no era quien lograba múltiples beneficios del Estado, sino los responsables instalados en el poder, como presidentes, gobernadores e intendentes, fueron quienes discrecionalmente accedieron a sus mecanismos extorsivos, a través de un monopólico multimedios.
La declinación y la debilidad política tienen sus manifestaciones. Pero es difícil concentrar todo su cúmulo en sólo un acto, el intendente Guillermo Montenegro lo ha logrado esta mañana. Y una lectura mínima, indica que el acompañamiento fue reducido a una mínima presencia del núcleo que vive de las ventajas que otorgan los recursos y cargos públicos.
Aldrey Iglesias ostenta el nivel más negativo en la opinión pública y es la imagen que provoca más rechazo en la ciudad. No hay sintonía con la calidad de la distinción otorgada, a un empresario con casino clandestino y judicialmente comprometido en su calidad de vacunado vip.
Su discurso como digno corolario de quien se trata, fue una burla y falta de respeto a quienes decidieron acompañarlo en el acto y oír su mensaje que reproducimos textualmente:
“Mar del Plata acaba de celebrar sus 150 años. Una ciudad que debemos seguir haciendo crecer entre todos. No todo vale. Debemos cuidar que las torres no superen las alturas pautadas, preservar los espacios naturales, ponerle un freno a la construcción en las playas y comprender que donde hay arena no debe haber fiestas electrónicas. Mar del Plata es familia, nunca lo olvidemos. Mis empresas son las que más impuestos y cargas sociales pagan y las que más empleos generan. Desde allí surge este pedido, haciéndome eco también de otros reconocidos empresarios de la ciudad que han apostado e invertido en Mar del Plata”.
Una declaración de hipocresía en primera persona.





