Arte y Cultura, Teatro

TEATRO / CRÍTICA: “Casi normales”

NO HAY CÓMPLICES PARA EL DOLOR

Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)

Excelente musical que, en otro formato, hubiera hecho casi imposible, asumo, el tratamiento de un tema tan delicado como el del dolor y la salud mental.

Clarice Lispector decía esa frase que titula este escrito: “No hay cómplices para el dolor”. Y agregaría que el dolor es intransferible y cada cual lo sobrelleva como puede, si puede. El doliente, el paciente, el pariente, el amigo, el cercano. Y casi todos los intentos, sobre todo si pasan por la negación o la confrontación llegan a una fórmula fatal… todo en vano.

Y en escena, una familia, atravesada por el dolor. Y la patología, imbricadas, incrustadas. Con saber esto alcanza. Y nadie está exento. Porque hasta un anacoreta, probablemente, encuentre un pájaro que será su familia, un roedor que aportará una referencia, y si hay vínculo, el difícil manejo de una herida puede ser impensable y contaminarlo todo.

De ese tema se desprenden otros, emparentados. La culpa del miembro fuerte, la impotencia del que no sabe, la frustración del que no acierta en su intento de ayuda.

Y más, las recetas, literales, de los tratamientos, a través del tiempo y las escuelas, que pueden o no colaborar, con la recuperación o con el acantilado a pique, porque las personas son… personas, no ejemplos de manual. Y obviamente la psiquis y la emoción siempre se van por una tangente que no se acierta a ver pero está, como diría Cortázar… ahí, pero dónde, cómo. Y eso, muchas veces, es soslayado por los tratantes que siguen un librito, y un librito que deriva en pastillas de colores. De todos los colores, sin que ninguno pinte el ansiado arco iris. Y no, la psiquiatría tampoco tiene entre sus miembros a rockstars que todo lo pueden. De hecho los rockers no lo pueden todo y muchas veces son víctimas del síndrome del campeón. También para tener en cuenta. Esta obra nos interpela. De un lado, del otro…

¿Y cómo transitar el dolor? La pregunta del millón. Una respuesta quizás… la resiliencia, que tampoco es fácil, a pesar de los slogans con los que nos tratan de calmar. La resiliencia es un camino largo y hace falta voluntad y ayuda. Perspectiva. Voluntad. Ayuda. Un horizonte posible en donde nada sea dejado de lado. Donde no haya lugar para los mantos de piedad, que tapan, donde no haya lugar a la indiferencia ni a las supuestas prometidas panaceas.

Hace falta una sociedad entera, y escrito esto en el sentido de invicta, fuerte, que no existe. Entonces, habrá que inventarla.

De ahí, colijo que este musical, en todo el mundo, con diversos elencos, sea un éxito rotundo y conmueva hasta una roca.

Y lo mejor, logra que al salir cada uno pueda replantear su vida, las vidas de los amados. La vida de los cercanos. Algún viso de futuro.

Todas las familias felices se parecen, todas las familias infelices lo son a su manera decía Tolstoi, por eso no importa si las circunstancia de cada espectador es parecida a la que se ve en el escenario, en algo y mucho se verá reflejado y probablemente, salga con una perspectiva mejor.

Una escenografía en tres niveles que marca, no solamente distintos espacios sino tiempos y hasta proyecciones internas, músicos en vivo, iluminación perfecta y voces y actuaciones impecables consiguen una propuesta que debería verse no solamente en temporada, sino que también puede ser una cita obligada para profesionales de la salud, para cuidadores, para… seres vivos con sensibilidad.

Excelentes interpretaciones en teatralidad y voz de Natalia Cocciuffo, Martín Ruíz, Dan Breitman, Manuela Del Campo, Iñaqui Aldao y Mariano Meyer, ajustada dirección musical de Tomás Mayer Wolf y general de Julio Panno, más la producción de Faroni, sobre libro de Tiom Kitt y Brian Yorkey, en muy buena adaptación al rioplatense, logran que el público cierre con un apretado aplauso de pie.

Por favor, vayan. En el Neptuno, casi otro planeta… y con estricto control sanitario que puede ser una metáfora del cuidado extremos que nos debemos y le debemos al prójimo.

Vayan.

Ficha técnica:

Libro y letras: Brian Yorkey. Música: Tom Kitt. Dirección musical: Tomas Mayer Wolf. Dirección general: Julio Panno. Producción general: Javier Faroni. Diseño y programación de iluminación: Leonardo Muñóz, Julio Panno. Diseño de sonido: Ariel Mascali. Dirección vocal: Felipe Forastiere. Diseño de vestuario: Pablo Bataglia. Asistente de dirección: Virginia Magnano. Fotografía: Gabriel Machado. Escenografía: Diego Benvenuto. Vestuarista: Gabriela Alonso. Músicos: Camila Suero, María Eugenia Castro, Iván Antón Sullivan, Julián Izarriaga, Antonio Horacio Torres, Sergio Gustavo Salvatore. Intérpretes: Natalia Cocciuffo, Martín Ruíz, Dan Breitman, Manuela Del Campo, Iñaqui Aldao, Mariano Meyer.

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