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Se celebró el Corpus Christi

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Como sucede todos los años, muchos fieles caminaron por las calles del centro.

“En esta fiesta en la que hoy nos hemos congregado, la Iglesia conmemora el misterio del Jueves Santo a la luz de la resurrección. Hoy la hacemos gozosos por la certeza de su presencia viva en medio de nosotros en este gran sacramento”, dijo Monseñor Juan Alberto Puiggari al inicio de su homilía y luego continuó,  “en el sacramento de la Eucaristía el Señor siempre se encuentra en camino hacia el mundo, este aspecto universal de la presencia eucarística se manifiesta cabalmente en la procesión de la fiesta de hoy. Llevaremos a Cristo presente bajo la apariencia de pan, por las calles de nuestra ciudad, encomendaremos estas calles, casas, nuestra vida cotidiana a su bondad. Como decía el Santo Padre en la homilía de Corpus del año pasado, que nuestras calles sean calles de Jesús, que nuestras casas sean casas para Él y con Él, que en nuestra vida de cada día penetre su presencia. Con este gesto ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y ancianos las tentaciones, miedos toda nuestra vida. La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad. Cristo es en persona la bendición para el mundo”.

Durante otro fragmento de la homilía, Puiggari explicó la importancia del Cuerpo y la Sangre de Jesús, “en la eucaristía, está el tesoro de  la Iglesia, el corazón del mundo, lo que todo el mundo aunque sea inconscientemente aspira. Misterio grande que ciertamente nos supera y pone a duras pruebas la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias. La Eucaristía es misterio de fe”. Al culminar sus palabras, el Obispo pidió a Dios “Da a los seres humanos, pan para el cuerpo y para el alma. Dales trabajo, dale luz, dales a Ti mismo. Fortalece a nuestras familias que descubran nuevamente el tesoro y la belleza de la misma. Bendice a nuestra patria en su bicentenario, aleja las amenazas de leyes que atentan contra la vida y la familia. Une a tu Iglesia, une a tu humanidad lacerada, danos tu paz, aumenta nuestra fe”.

Al finalizar la misa, se dio comienzo a la procesión con la Hostia consagrada en la misa. Ésta es una manifestación pública de fe, y el único momento del año en que el Santísimo Sacramento es sacado del sagrario, en procesión con solemnidad para ser adorado por los fieles. Ante la mirada atenta de los transeúntes y comerciantes, la procesión se extendió por varias cuadras y recorrió las calles Mitre hasta Rivadavia, de allí hasta Catamarca y luego retomó San Martín para llegar nuevamente a la Iglesia Catedral. Durante el trayecto, muchos que por allí pasaban se sumaron rezando o simplemente con el silencio.

La celebración culminó en las escalinatas de la Catedral, donde el Obispo impartió la bendición a todos los presentes. Los fieles rezaron muy especialmente por la Patria en este bicentenario y por la familia; luego cantaron a una sola voz el himno nacional. “Les agradezco muchísimo la participación en esta fiesta tan linda, Dios quiera que cada vez más vaya creciendo la devoción eucarística en nuestra Diocesis”, concluyó el pastor de la Iglesia Católica.

El significado del Corpus Christi

El Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús, en la que la Iglesia venera el sacramento de la Eucaristía. Esta solemnidad es una de las grandes fiestas de la Iglesia, fue instituida en el siglo XIII y desde entonces se celebra año a año en todo el mundo.

Uno de los aspectos más salientes, luego de la misa, es la procesión con el Santísimo Sacramento. La procesión con el Santísimo consiste en hacer un homenaje agradecido, público y multitudinario de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Se acostumbra sacar en procesión al Santísimo Sacramento por las calles, para afirmar el “misterio del Dios con nosotros” en la Eucaristía. “Esta es la fiesta en la que el pueblo de Dios se congrega en torno al tesoro más valioso que heredó de Cristo, el sacramento de su misma presencia, y lo alaba, lo canta, lo lleva en procesión por las calles de la ciudad” dijo Juan Pablo II, en el 2001.

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