Carta de Lectores, Opinión

¿Quiere entender algo? Sígalo a Alberto, no a Guzmán

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La política económica práctica radica en los procedimientos y en las decisiones que se toman, mucho más que en las declaraciones y las racionalizaciones. Este principio elemental sirve para responder el interrogante básico que se formula cualquier decisor: ¿quién está a cargo?

En la Argentina, hoy, la respuesta es obvia: el mismísimo presidente de la Nación. Por lo cual es importante descubrir el “estilo F”, como en su momento fue importante descubrir los estilos K y M.

Quienes no participamos de la “cocina” de la política económica inferimos el estilo a partir de lo que se conoce. Aplicando la propuesta de Karl Popper, de mantener vivas las hipótesis que todavía no fueron refutadas por los hechos.

Claves para analizar

Primera característica del estilo F: extrema centralización en él. ¿Con quién se negociaron la duplicación de las indemnizaciones por despido, el aumento de las retenciones a la exportación y la distribución de las tarjetas alimentarias? No con el ministro Guzmán, precisamente. Que este hable de consistencia macroeconómica y de política económica integral no quiere decir que haya sometido a ese tamiz todas las decisiones adoptadas hasta ahora.

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Segunda característica: primero decide y luego “dialoga”. No importa lo que haya dicho durante la campaña, porque, como bien decía Otto Bismarck, “nunca se miente tanto como antes de una elección, durante una guerra o después de una cacería”.

Está claro que no les va a preguntar a los involucrados qué les parece tal o cual medida. La civilización de los modales no es incompatible con la contundencia del procedimiento.

Este fue el arranque, veremos cómo sigue. Alberto Ángel Fernández ya ocupó altos cargos en el Poder Ejecutivo Nacional como para saber cómo y cuándo hay que modificar su accionar, en función de los resultados.

Última. Decir que esta política económica está más pensada para agradar al FMI y a los tenedores de bonos es una superficialidad que roza la chicana. Se trata de un esquema redistributivo dentro del sector privado, porque el sector público, por ahora, no aporta nada, y encarado de modo muy discrecional.

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