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Multitudinaria e histórica participaron de la Marcha de la Esperanza

Marcha de la Esperanza 2015 3Una histórica participación de fieles, tuvo la 42° Marcha de la Esperanza, que se realizó ayer por la tarde, con el lema “Madre, ayúdanos a ser misericordiosos como el padre”. Al concluir la marcha, llegando a la Catedral monseñor Antonio Marino, quien también hizo la marcha, celebró la misa al aire libre en un escenario montado en las escalinatas, al finalizar abrió la “Puerta de la misericordia” con la que se dio inicio al Año de la Misericordia, como pidió el papa Francisco en todas las diócesis.

Como todos los años, la peregrinación comenzó a las 16 desde la Gruta de Lourdes, y continuó hasta la parroquia San Antonio, luego -y como excepción debido a un recital- se dirigió a San Carlos Borromeo, de allí hasta la parroquia San José, luego pasó por la Asunción de la Santísima Virgen que está pegada al hospital Materno Infantil y finalmente cerca de las 20.15 arribó a la Iglesia Catedral. Los momentos más emotivos se vivieron cuando en Juan B. Justo e Yrigoyen la marcha detuvo su paso y se abrió en dos, la Virgen de Luján que encabezó la peregrinación fue trasladada por los voluntarios hasta el final, mientras la multitud de fieles la saludaba con sus pañuelos o cantaba “María, está pasando por aquí”. También se repitió el mismo paso de la Virgen, al llegar a Rivadavia y Mitre. Y pudo vislumbrarse que la “columna humana” de fieles, alcanzaba las doce cuadras de extensión.

La participación fue variada como siempre, desde los fieles de las comunidades, hasta personas que quizás no son tan asiduas a la Iglesia, pero que siempre encuentran en la Marcha de la Esperanza un espacio para agradecer y pedir. Los sacerdotes -como es costumbre- iban confesando en el camino, hubo bebés y niños llevados en carritos por sus mamás, adultos mayores que se fueron sumando en alguna de las paradas en las parroquias, muchos jóvenes -de los cuales gran cantidad fueron “servidores”-, familias completas, personas en sillas de ruedas, y no faltó quien hiciera toda la peregrinación descalzo, quizás por alguna promesa.

Al arribar a la Catedral de los Santos Pedro y Cecilia, con la Virgen frente al altar, monseñor Antonio Marino presidió la eucaristía. Durante la homilía recordó y resaltó a monseñor Eduardo Pironio, siervo de Dios, quien fuera el obispo impulsor de la Marcha de la Esperanza, que se continuó hasta estos días. “Él fue un auténtico profeta de esperanza. Esto queda ilustrado en uno de sus últimos escritos donde expresa un anhelo con palabras que, en la Eucaristía de esta noche y al término de esta marcha, adquieren especial resonancia: ‘¡Cómo quisiera yo, al final de mi camino de fidelidad que algún joven retomara la antorcha de esperanza que yo estoy a punto de entregar a los que son capaces de decir sí y permanecer fieles! ¡Lo conceda el Señor! ¡Nos acompañe María!'”

“Queridos hermanos marplatenses, hemos tenido el privilegio de que este siervo de Dios presidiera esta Iglesia particular. Algunos lo recuerdan por haberlo visto y tratado. Otros oyeron hablar de él. A todos, pero en especial a los numerosos jóvenes aquí presentes, desearía dejarles una pregunta que deberán plantearse en el interior de su conciencia para luego manifestar su respuesta en su conducta: ¿Se animan a tomar esta antorcha de esperanza que el cardenal Pironio quiso dejarnos? ¿Desean pertenecer a aquellos que son capaces de decir sí y permanecer fieles? Con palabras del mismo cardenal, también yo les digo: ¡Lo conceda el Señor! ¡Nos acompañe María!”, enfatizó el obispo.

” Al término de esta Eucaristía, participaremos de un rito llamativo y pedagógico: la apertura de la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia por donde entrarán los fieles presididos por el obispo. Comienza para todos un año de alegría, que nos ayudará a entender que tenemos en el cielo un “Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo” (2Cor 1,3); un año jubilar en el que somos invitados a gustar la incomparable bondad de Dios.  En la vida, las enseñanzas y las obras de su Hijo Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre, se revela su eterna misericordia hacia el hombre frágil, miserable y pecador”, detalló monseñor Marino. Y añadió, “atravesar la Puerta de la Misericordia no es un gesto mágico. Sus efectos se producen en relación con nuestra fe, con nuestro deseo de identificarnos con los sentimientos de Cristo, y con nuestro compromiso de poner en práctica las obras de misericordia, espirituales y corporales. Todo aquel que ha experimentado la misericordia del Padre en su propia vida, la paciencia con que fue esperado, siente la necesidad de cantar esa misericordia, de dar testimonio de las maravillas del amor de Dios; y se siente impulsado a corresponder no sólo con palabras de alabanza sino comprometiéndose a ejercer con los demás la misericordia que él mismo ha experimentado”.

Finalmente, expresó que su deseo como obispo es que la Iglesia de Mar del Plata “brille este año siendo, según una expresión del Papa Francisco, ‘una isla de misericordia, en medio del mar de la indiferencia’”.

Luego de la bendición final, se realizó la apertura de la Puerta de la Misericordia, y tal como lo hizo el papa Francisco hace unos días, luego de hacer una oración, el obispo abrió la puerta que estaba adornada con flores e iluminada especialmente. Después pasaron por allí los sacerdotes y todos los fieles que quisieran hacerlo. A partir de este rito tan significativo, comenzó el Año de la Misericordia en toda la diócesis de Mar del Plata, en el que se trabajará desde distintas actividades para poder vivir y experimentar la misericordia de Dios en cada persona que se acerque.

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