Mientras todavía los concejales no se han instalado en sus despachos, no tienen accesos a líneas telefónicas internas, no se han generado los espacios comunes de discusión, en el marco de una coalición de gobierno que debe sostener al Departamento Ejecutivo, comienzan a aparecer los primeros signos de desencanto en la complicada relación legislativa de sus integrantes.
El oficialismo está complicado, por la falta de información y porque se enteran a través de trascendidos periodísticos a través de buches (como también se los conoce en la jerga policial) un mismo mecanismo de conducta que se detesta en el mundo del hampa. El acceso a las fuentes anula las equivalencias y contribuye a un vínculo insano, entre quienes comprende el ámbito de generar la información.
Lo cierto es que se avanza a través de concejales, que se pretende que oficien como escribanos en el recinto. Estiman que algo así se viene y su mera intervención será levantar la mano, poner la cara en las decisiones que no saben si comparten porque ni siquiera las conocen en la confección del presupuesto.
Casi todos apelan a evasivas, la prudencia y la tolerancia, pero la procesión va por dentro. El manejo de los tiempos, tan propios de los políticos y sus especulaciones, tarde o temprano ganará la escena, frente a la realidad. Los procedimientos molestan y pueden exhibir algún grado de dificultades a futuro, todo enmarcado en una gobernabilidad plagada de traspiés que necesita un número de bancas monolíticas, que en este momento para nada está garantizada.
No haber habilitado en las PASO a una competencia genuina e imponer una lista única (no de unidad) puede haber sido una primera etapa de las necesidades políticas y del comportamiento que se espera de la mayoría obtenida en el Concejo Deliberante.
El municipio está intervenido por Mourelles, ante la incapacidad absoluta de Arroyo y el pesimo nivel del Concejo Deliberante.