Muchos aplauden al pasar con los tours de paseo o dejan mensajes de apoyo a las familias de los 44 tripulantes.
Ese tributo, el que suena en los micrófonos de algunos tours, es uno de los tantos que turistas y locales despliegan espontáneamente al encontrarse con la base naval que las banderas y mensajes han reconvertido en una especie de santuario pagano.
“Nos da mucha fuerza ese apoyo, escuchar esos aplausos cuando estamos en la base, o ver que hay gente que se saca una foto y la comparte en las redes sociales: es una forma de sentir su cercanía y también de que no se deje de hablar de los 44”, sostiene María Victoria Morales, madre del submarinista Luis Esteban García. Marcela Moyano, pareja del tripulante Hernán Rodríguez, agrega: “Observar que los turistas aplauden, sacan alguna foto o dejan algún mensaje es muy emotivo por todos nosotros, porque nos da la sensación de que todo un país reza por ellos”.
No sólo hay homenaje, sino también curiosidad: “Muchos me preguntan qué pasó con el submarino. Quieren saber qué pensamos en Mar del Plata, si hubo alguna cosa extraña o no”, cuenta Elgarrista. Organiza recorridos turísticos en esta ciudad desde hace más de veinte años, y en su recorrido hay otro aplauso que funciona como homenaje: es al pasar por el edificio Maral 39, del que cayó Alberto Olmedo en 1988.
Con el correr del verano, los metros de alambre de la base naval que se ocuparon con banderas y carteles fueron cada vez más. “44 héroes del ARA San Juan: no los olvidaremos”, dice una de las banderas menos despintadas por la lluvia y el sol.
Cada vez que los familiares de la tripulación desplegaron sus banderas ante autos y colectivos en los semáforos rojos del boulevard costero, recibieron aplausos y bocinazos como muestras de apoyo. Hubo incluso quienes bajaron de sus autos para cantar el Himno junto a ellos.
Aún no hay respuestas sobre el paradero del submarino, pero ya hay un sitio que, de forma espontánea o sugerida por los operadores turísticos, evoca la memoria de su tripulación.
Clarín