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Intimidades del regreso “recargado” de Lilita

La designación de uno de sus colaboradores más cercanos en la Jefatura de Gabinete robustece la presencia de Carrió en la coalición oficialista.

Carrió vuelve este fin de semana de Europa, donde estuvo de viaje durante un mes junto a sus tres hijos y su pequeña nieta, Paula. Un plan familiar de vacaciones que guardó en secreto bajo siete llaves y que se debía, desde hacía años.

“Necesito descansar del estrés de tomar decisiones”, se despidió de uno de sus colaboradores, con la salud resquebrajada. En su ausencia, sucedió una novedad de impacto político: uno de sus más cercanos discípulos, el exdiputado Fernando Sánchez, formalizó su aterrizaje en la Jefatura de Gabinete, el corazón del poder, bajo el mando de Marcos Peña.

La designación de Sánchez, antiguo denunciante de los “negocios” de Nicolás Caputo y las opacidades del clan Macri, corona la unión de dos mundos -mundos que, pocos años atrás, parecían irreconciliables- y robustece la presencia de Carrió en la coalición oficialista.

“Aquí es donde mejor me comprenden”, sorprendió Lilita, con otra de sus frases políticas de despedida. Efectivamente: en los últimos dos años, el Presidente -junto con Mario Quintana, otro de sus sostenes- supo hacer un trabajo emocional y político para retener a una socia resbaladiza, con un historial autodestructivo hacia sus propios artefactos de poder. Macri logró detener -por ahora- ese juego expulsivo prodigándole a su socia mimos políticos cada vez que hizo falta.

En contrapartida, Lilita es su inconsciente moral. Por eso, si Macri duda de negociar o ir a fondo con Moyano, el regreso recargado de su socia promete destrabar ese intríngulis mental y acelerar la avanzada contra un enemigo perfecto. Tal vez ahora sea el momento: en su primera reunión de Gabinete, después de la gira europea, el Presidente colocó al jefe camionero en el “pasado”, el mismo territorio donde Cambiemos suele confinar a Cristina.

Preocupado por la baja en su imagen, Macri presentó esta semana una jugada para la tribuna: su cruzada antinepotismo, una vieja bandera de la Coalición Cívica. La medida fue rápidamente adoptaba por Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

Sin embargo, la gobernadora ya tenía a un “lilito” que, en soledad, venía empujando ese saneamiento necesario: el diputado bonaerense Guillermo Castello, quien, después del anuncio presidencial, se sintió nuevamente habilitado y subió la apuesta con un proyecto para prohibir la designación de familiares no solo en el Poder Ejecutivo bonaerense, sino en los tres poderes del Estado.
Castello promete ahora reinstalar la discusión en la Legislatura provincial. A pesar de que Vidal logró correr indoloramente a Lilita de la provincia (la gobernadora tiene alergia a su conflictividad), la chaqueña supo tejer un vínculo político fuerte con el procurador Julio Conte Grand, aliado clave contra las mafias bonaerenses.

Por el batacazo en la ciudad, los “lilitos” se agrandan este año en el Congreso. Acoplado al interbloque de Cambiemos, el de Carrió tendrá ahora 11 miembros, más los legisladores porteños. Lilita vuelve con la idea de convertir en ley aquel polémico proyecto de creación del Banco de Alimentos, por el que se peleó con Margarita Stolbizer al incluirla entre los “progresistas estúpidos”. La habita otro deseo, más secreto: le encantaría ver más “lilitos” en espacios de gestión. Piensa en intendencias. Por ejemplo, Toty Flores como jefe de La Matanza. Nada en contra del ministro Finocchiaro.

Recién llegado al Ejecutivo, Sánchez ya vivió la noche más difícil de su vida en la Casa Rosada. Fue cuando la plana mayor del Gobierno evaluaba sacar por DNU la reforma previsional, horas después del fracaso de la ley en el Congreso. Mientras ese debate se desarrollaba en la intimidad del poder, los ojos del Presidente y de Marcos Peña se clavaban en él, una especie de “intruso” entre los hombres fuertes del oficialismo. Carrió le ponía un freno al propio Macri a través de Twitter y los plasmas de la oficina presidencial reproducían, con adrenalina, esa novedad.

Cada vez que su hijo político entra a su nuevo despacho en la Jefatura de Gabinete, el trío Peña-Quintana-Lopetegui cree ver a Carrió de cuerpo presente. Y es un poco así, Sánchez fue el único que logró hablar con ella durante sus vacaciones europeas.

A los 44 años, es una rara avis de la política. Arrancó a los 21, era vecino de Lilita en el Chaco y construyó su carrera al lado de su madre política, un caso muy similar al de Marcos Peña, su nuevo jefe, con Macri. Fue los ojos y los oídos de Carrió en cada una de sus etapas. Cuando Pro era oposición en la ciudad y lideraba a los diputados porteños de la Coalición Cívica era feroz en sus denuncias contra Nicolás Caputo, alter ego del entonces jefe porteño, por los contratos que sus empresas lograban del gobierno de la ciudad.

Una ferocidad que, en los últimos dos años, fue mutando hacia un pacifismo zen, mimetizado con la filosofía duranbarbista de la no confrontación. Mutación que parece, más bien, un síntoma de ese proceso de ir “uniendo mundos”, como le gusta decir a Sánchez, quien, sin embargo, agradece no haberse topado aún, cara a cara, con su blanco político predilecto del pasado: nada menos que el mejor amigo del Presidente.

“El problema que tienen ustedes es el prejuicio de que somos malas personas”, chicanea José Torello, excompañero de la secundaria de Macri y jefe de asesores del Gobierno. En broma, en la intimidad de la quinta Los Abrojos, Lilita lo llama Joseph el Malo.

Acompañando el cambio de piel de Carrió, Sánchez fue pasando de la “resistencia” a la evolución. Hoy dice que la fusión con Pro fue producto de la madurez de la Coalición Cívica, que asumió la responsabilidad política en un momento agónico de la democracia argentina. Habla en un plural que remarca el orgullo por haber dejado atrás aquella fuerza testimonial que, en 2011, llegó a sacar el 2% de los votos. “Vamos a ejercer todo el poder que tenemos”, promete quien hoy valora a Macri por dos cualidades: escucha y decide.

Su incorporación al frente de la Secretaría de Fortalecimiento Institucional, donde se impulsan políticas de integridad, sugiere una vuelta de tuerca en la lucha contra la corrupción. Su rol abre interrogantes. Aunque intenta gambetear la conexión, Laura Alonso, al frente de la Oficina Anticorrupción, es una designación promovida por el binguero Daniel Angelici, archienemigo de Lilita. Con tentáculos en la Justicia y en la AFI, el presidente de Boca desprecia a Carrió y todo lo que ella significa. Un escollo para “unir mundos”.

Hay otros obstáculos, más cotidianos, pero que a veces tienen traducción política. Lilita administra sus tiempos y no usa celular, incluso cuando protagoniza una movida de alto impacto y sus socios necesitan ubicarla. Ni Macri la encuentra cuando ella no quiere hablar. En Cambiemos, le regalaron un móvil, que no usa o que elige con quién usar. Hace rato que su viejo Motorola se convirtió en el juguete preferido de uno de sus perros, en su refugio de Capilla del Señor.

Cada vez que llega a Olivos, distiende a un macrismo acartonado. Hasta se reconcilió con Marcos Peña, a quién al principio destrataba y, más de una vez, dejó con la palabra en la boca mientras el jefe coordinador desarrollaba una idea en alguna reunión conjunta. En la última foto con Macri sorprendió con un chiste que dejó perplejos a quienes la escuchaban: “¡Qué viejo estás!”, le soltó al Presidente, como un chiste.

Lilita amaga con irse, pero no se va a ir nunca. El amague es parte de su juego político.

Por Laura Di Marco

Diario La Nación

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