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Genealogía del silencio, por Stella Alvarado

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El mundo es silencio. El lenguaje su representación. Nosotros lo forzamos a hablar. Convertimos ese silencio en discurso. El mundo sustituido por una voz o un texto, descifrando el sentido oculto que se esconde detrás del sentido aparente.
Memoria: literalmente es la activa construcción sobre el pasado y no una crónica de acontecimientos habituales y en el delicado equilibrio que existe entre ese pasado –individual o colectivo- y este presente, aparece la voz poética que desarticula la sintaxis tradicional de la lengua para poder encontrar un discurso posible.
Si se trata de traer al lenguaje un acontecimiento ficticio o real, la poesía ofrece la única salida ante el empobrecimiento que la metafísica de la subjetividad ha provocado en la capacidad apofántica del lenguaje.
Lo que a Heidegger atrajo del lenguaje poético y artístico, ya desde los años treinta en sus estudios sobre Hölderlin y en su ensayo sobre el origen de la obra de arte (ya sea musical, literaria o plástica), es que en ese origen se hace presente la verdad en su sentido pleno de desocultamiento.
La obra de arte es mirada por Heidegger como la puesta en obra, el acontecer de la verdad que abre un mundo y lo mantiene sobre el fondo oscuro de lo que surge. En la obra de arte está no sólo lo verdadero sino la verdad en obra.
La poesía es capaz de exponer un hecho real en todos sus pormenores, la sucesión de los pensamientos y de los movimientos del alma, el desarrollo y el conflicto de las pasiones y la total trayectoria de un acontecimiento. Pero no se limita jamás a reflejar lo dado ni a crear lenguajes exactos al servicio de una precisión científica. Nunca se dirige tras lo presente u objetivo -como lo hacen la verdad metafísica o científica- sino que asiste a su alumbramiento.
Según Hamann, Dios no habría hablado a la Humanidad en la Biblia apelando a la razón, sino que se había manifestado por medio de imágenes y parábolas; por eso, según él, la poesía, la literatura, es la lengua materna del género humano y su origen es divino. Deduce entonces, que la poesía es de carácter prácticamente religioso, y el poeta, un segundo creador. Por lo tanto, escribir no consiste en una mera imitación de modelos literarios, puesto que la historia no se detiene, sino que se transforma porque está viva. Y en el poeta predomina la pulsión por extraer de su más íntima sustancia una creación dramática tan natural y verdadera como hicieron los griegos y latinos con la suya.

Mito y realidad

Herder creía que sin el lenguaje no hay conocimiento, ya que este permite que algo se encarne en una forma expresiva pre-augurada. El lenguaje es el mediador entre el mundo de los sentidos y el mundo de la imaginación. El rol de la poesía es, entonces claro, porque en imágenes se basa y estas juegan un papel fundamental en la aproximación al conocimiento.
Lo más genuino del lenguaje esta representado por la poesía en el mito y en la imagen. Y, verdaderamente, en la realidad, como contundente testimonio histórico de un acontecer contemporáneo.
La poesía se instala así en una jerarquía extraordinaria, por ser la única de las artes inmediata al alma, es la música del alma, la que afecta al sentido interior, no sólo al ojo externo del que observa y escribe. Se redescubre en lo tradicional, reflejando una actitud fundacional, renovadora y ética. Pero no basta con recrear lo pasado: hay que refundar ese ayer, más allá de su propia consecuencia histórica.

El lugar del poeta

Ciertas experiencias cotidianas nos exhiben como seres indefensos ante un silencio que el poeta asume como propio frente a la tensa experiencia de una crueldad que nos aproxima a las zonas de banalización de la vida, es decir, al feroz espectáculo de la descomposición social. En un mundo que sobredimensiona el éxito, el poder, la fama, la ambición, el poeta es el único que se atreve a denunciar el enfermizo estado de indefensión al que –como sociedad-, nos enfrentamos.
Pero de alguna manera el silencio y el poema, obran a semejanza de una empresa alquímica: un pacto entre lo que debiera ser y lo que es: en resumen, una destilación del espíritu. Por eso el poeta, condenado al silencio y a permanecer en la oscuridad del autoexilio, lúcido en medio de la vorágine humana, de la confusión emocional, de la desesperación y del horror, construye un espacio propio que es el de la escritura frente a las estructuras del drama urbano, y provoca el cuestionamiento de ese espacio de sociabilidad en una sociedad que ya perdió la capacidad de mirar de frente sus propios sentimientos.
Escritura: la verdad en obra, reflejo del caos, de la salvaje farsa, del desgarrador circuito vital de una sociedad alienada que solo la justicia poética del que escribe, con mirada impiadosa, es capaz de exorcizar.

Colofón: Cuando el interés por los artistas, los verdaderamente creadores, deja de existir, hombres y mujeres dejan de existir con él, se disuelven como sociedad política y viven una suerte de destierro, exilio u ostracismo tribal; del mismo modo, la omisión o el desinterés por las artes y sus cultores es, mediante la diseminación de sus miembros y la disolución del conocimiento, la destrucción de la cultura. Y el triunfo de Babel que como todos sabemos, fue el triunfo de la nada.

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