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Cientos de fieles celebraron la misa en honor a la Virgen de Lourdes

Fiesta de Virgen de Lourdes_2016_3Con una gruta de Lourdes colmada de fieles, llenos de esperanza y fe en la Virgen; monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, presidió ayer la misa principal en honor a la Virgen de Lourdes. Concelebraron decenas de sacerdotes religiosos y diocesanos; y se hicieron presentes representantes de las fuerzas vivas de la ciudad. Minutos antes de la misa, como lo hizo en otras oportunidades, Cecilia Milone entonó el Ave María como regalo a la Virgen.

Durante la homilía, monseñor Marino, expresó, “en este Año de la Misericordia, la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, adquiere una resonancia especial. Las apariciones de la Virgen en Lourdes, a una humilde niña analfabeta, en el año 1858, junto con los clamorosos milagros e innumerables gracias que desde entonces registra la memoria de los fieles, constituyen un fenómeno espiritual a modo de prolongación en la historia de los rasgos misericordiosos de la Madre de Cristo, ya presentes en la Sagrada Escritura y explicitados en la tradición de la Iglesia”.

“La mirada de misericordia ante las necesidades de los hombres, esta capacidad de intercesión ante su Hijo, esta compasión y sensibilidad ante los problemas de los demás, en búsqueda de soluciones, son un rasgo distintivo de la madre de Jesús, un atributo que perdura en la gloria del cielo junto a Él” resaltó el obispo. Y citó una frase que pronunció el papa Francisco el 1° de enero de 2016, en la basílica Santa María Mayor, “la Madre del Hijo de Dios se hace peregrina con nosotros para no dejarnos nunca solos en el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor”.

Fiesta de Virgen de Lourdes_2016_2Recordando el 59° aniversario de la existencia de la diócesis, que coincide también con la fiesta de Lourdes, Marino pidió, “junto a María, en este Año de la Misericordia, deseamos convertirnos en instrumentos del designio misericordioso del Padre, practicando las obras de misericordia corporales y espirituales que encontramos en el Evangelio y que el Papa nos propone en el comienzo de esta Cuaresma”. “Como obispo de Mar del Plata, quiero felicitar y alentar a los sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas y fieles laicos que dedican sus vidas a las obras de misericordia, colaborando con Cáritas, cuidando y visitando enfermos, asistiendo a los ancianos, visitando a los presos, hospedando a los sin techo, tomando medidas a favor de los niños en riesgo, ayudando a superar el flagelo de las adicciones, cuidando la vida del niño por nacer con iniciativas realistas hacia la mujer embarazada cuando asoma la tentación del aborto, ayudando a rezar en los cementerios. La lista no pretende ser exhaustiva. Debemos mencionar también el amor que se invierte educando con desinterés, aconsejando y consolando en momentos de fragilidad; perdonando con grandeza de alma”, destacó el pastor de la Iglesia Católica y recordó también el sacramento de la confesión que ejercen los sacerdotes como un “servicio exigente y fundamental que debemos realizar con especial esmero y fidelidad en este Año de la Misericordia”.

Luego de la misa se realizó la procesión con la imagen de la Virgen llevada por un gran grupo de fieles. Vivada y con pétalos de flores que caían desde lo alto del arco de la Gruta, salió la Virgen “de su casa”. La procesión  pasó por la esquina de la parroquia Sagrada Familia (Rondeau y Magallanes) donde se dejó una ofrenda floral a la imagen de la Virgen de Luján que fue restaurada y bendecida el 27 de diciembre pasado. El trayecto fue de Magallanes a Figueroa Alcorta, de allí por 12 de octubre hacia Acha, retomando por Gaboto hasta Bosch y 12 de octubre, donde se detuvo y monseñor Marino rezó por los pescadores. La imagen de la Virgen miraba hacia el mar. También el obispo saludo a algunas personas del Hogar de enfermos crónicos que lo esperaban en la puerta. Con las primeras gotas, y fuegos de artificios en la plaza de Don Orione y 12 de octubre, la procesión fue ingresando a la Gruta nuevamente, recibidos por los acordes de la banda militar del Ejército argentino GADA 601.

Con la bendición final del obispo, y el canto de despedida a la Virgen la fiesta estaba concluida. Y como si la Madre de Jesús, hubiese querido que todo lo programado pudiera realizarse, instantes después una intensa lluvia azotó el puerto con granizo incluido pero la Virgen ya estaba de vuelta en “su casa”.

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