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Un Quilmes con “altura” se quedó con el primer superclásico de la liga

0930_quilmes_penarol_g_telamCon una buena tarea de su goleador Walter Baxley (16), y de sus internos, que aprovecharon la ausencia de Martín Leiva en la zona pintada, Quilmes cerró mejor el juego y se quedó con la primera victoria de la temporada y nada menos que frente a Peñarol. Fue 68 a 64, en un Polideportivo colmado, que una vez más disfrutó del mejor básquetbol de la Liga Nacional.

Hay que sacar a 5.000 personas de sus casas en la fría noche marplatense de un lunes y atraerlas hacia el Polideportivo Islas Malvinas hasta la 0.30 del otro día. El Superclásico entre Peñarol y Quilmes lo puede todo. Es el espectáculo de la Liga Nacional de básquetbol y anoche se volvió a comprobar, más allá de que el nivel deportivo no haya sido bueno. Pero qué le debe importar eso a los fanáticos de Quilmes, que trasnocharon para celebrar el triunfo de su equipo.

Con tres campeones olímpicos en la cancha (Leo Gutiérrez, Gabriel Fernández y Rubén Wolkowyski), estaba cantado que ganaría el que se equivocara menos en esos últimos 3 minutos a pura adrenalina. Y ése fue Quilmes, que vencía 66-58 y que de repente sufrió la embestida de Peñarol hasta el 66-64. Cequeira convirtió un libre, Gutiérrez no pudo con el triple heroico y un libre de Marín sentenció la historia.

El primer tiempo tuvo ingredientes de todo tipo, pero -pequeño detalle- el buen básquetbol se pegó flor de faltazo sin aviso. Hubo variedad de faltas por doquier, algunas sin sentido. Hubo aros abollados de tantos triples errados: Quilmes malogró 13 de sus 15 intentos y Peñarol, 8 de 11. Y hubo demasiadas jugadas que debieron ser resueltas a las apuradas, porque no salían las ofensivas dispuestas por los entrenadores.

Y para colmo, dos situaciones condicionaron esos primeros 20 minutos. Cuando Peñarol ganaba 12-11 a falta de 2m09 para el cierre del primer cuarto, uno de los relojes de 24 segundos dijo basta. Resultado: suspensión del partido durante 10 minutos. El fantasma de la última final contra Regatas Corrientes dio el presente: aquella vez, en el primer partido, fue apoteótica la imagen de un hombre soldando el hierro.

La segunda situación fuera de lugar fue la salida de Leonardo Gutiérrez cuando Peñarol ganaba 30-25 luego de que Luca Vildoza le diera un codazo en la frente cuando disputaban una pelota. Afuera el más ganador de la Liga Nacional. ¿Qué hizo cuando volvió en el tercer cuarto? Le dio un beso a Vildoza con un vendaje que le tapaba los siete puntos suturados en su frente.

Peñarol llegó al descanso ganando 39-33 luego de haber sacado 12 tantos de ventaja (26-14). Con 9 puntos de Adrián Boccia se había llevado por 17-13 el primer cuarto y tenía más o menos controlado el ritmo del juego. Que era flojo, por cierto.

Hasta que Quilmes empezó a defender en zona, cerró las penetraciones y cargó duro el rebote en ambos aros. Comenzó a pasar mejor la pelota y con un parcial de 7-0 que terminó con un triple de Vildoza, volvió al juego. Peñarol tuvo a un eficaz Giorgetti, con 8 puntos en el cuarto, y mantuvo una mínima ventaja.

Pero todo se esfumó a los 5 minutos del tercer parcial, cuando Quilmes pasó al frente por 45-44 gracias a un doble de Clark. De ahí en más la paridad fue tan protagonista como el aliento y el sufrimiento de los hinchas.

Nada de jugar bien. Este clásico había que padecerlo con mucho roce físico y jugadas “sucias” en ataque. Que en los primeros 5 minutos del cuarto final se hayan anotado apenas 6 tantos era un síntoma del mal rendimiento de los equipos. Dolían los ojos al ver en qué se había transformado el partido. Hasta esos tres minutos finales que pagaron la entrada.

Clarín

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