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Testimonio de un sobreviviente del submarino Pacocha: “Fue el infierno debajo del mar”

blank“Desde el punto de vista emocional, lo que están viviendo estos chicos en el submarino, es absolutamente estresante. Pero hay que tener confianza. Siempre hay una persona que lidera la situación, generalmente es un alto mando. Y todos lo van a seguir hasta las últimas consecuencias en las decisiones que tome”.

Hay muy pocas personas en todo el mundo que tengan la capacidad de ponerse en la piel de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan. Una de ellas es Roger Cotrina Alvarado, un marino peruano que sobrevivió a la  tragedia del submarino Pacocha en 1988 después de permanecer 24 horas a oscuras en el fondo del mar y nadar a pulmón libre desde unos 45 metros de profundidad.

“Me enteré de lo sucedido el viernes por la mañana. De inmediato nos pusimos a hablar por teléfono con otros de los sobrevivientes. A todos se nos vino a la cabeza lo que nos sucedió a nosotros en el Pacocha y no deja de ser muy angustiante”, le dijo Cotrina con una voz tenue a Infobae en un diálogo telefónico.

El marino era el Jefe de Ingeniería de la expedición del submarino Pacocha, que se hundió después de ser impactado por un buque japonés y en el que murieron 8 de sus 52 tripulantes.

Cotrina  reconoció desde un primer momento la situación límite en la que se encuentran los tripulantes del ARA San Juan. Así y todo, también advirtió la importancia de mantener encendida la esperanza, aún cuando el tiempo pasa y el trance se vuelve cada vez más comprometedor.

“El escenario que reina en el lugar es bastante desfavorable. Es una realidad. Más aún si el submarino se encuentra en sumersión. Lo que está claro es que no hay que abandonar la búsqueda aún cuando parezca todo perdido. El cuerpo humano resiste más de lo que muchos creen”, afirmó.

El militar peruano indicó que en caso de que el ARA San Juan se encuentre en las profundidades, las dos claves a tener en cuenta son las baterías y el oxígeno. Por eso, destacó la importancia de una voz de mando positiva para los pasos a seguir. El peruano conoce de primera mano lo que es vivir el estrés dentro de un submarino a la deriva, totalmente a oscuras y con la incógnita latente sobre lo que pasará.

“A uno lo entrenan para poder reaccionar adecuadamente cuando hay riesgos. Acá no sólo hay riesgos, hay peligro de vida. Y, aunque no lo parezca, también nos preparan para actuar en situaciones tan límite”, señaló.

Y agregó: “Siempre hay algunos más pesimistas y otros resignados dentro del grupo. Por eso, es vital la figura del líder ahí dentro. Al final ese liderazgo se impone y el hecho de que un líder demuestre que está dispuesto a dar todo por su gente hace que lo sigan en cada una de sus decisiones hasta el final. Lo más importante es que nunca le mienta a la tripulación. Tiene que dejar en claro las posibilidades, los riesgos y los pasos a seguir”.

De acuerdo a las estimaciones de la propia Armada argentina, en caso de no haber podido llegar a la superficie, el ARA San Juan dispondría de unos siete días de habitabilidad en las profundidades. Luego, aparecería el inevitable problema con la falta de oxígeno y el exceso de anhídrido de carbono.

“Es primordial que se intente minimizar el gasto de oxígeno dentro del submarino. Uno de los métodos es restringir al máximo las guardias. Enviar a todo el mundo a dormir y a descansar y que quede una sola persona, encargada de patrullar el buque y revisar posibles filtraciones de agua”, analizó Cotrina.

El marino también destacó la importancia de economizar al máximo el consumo de agua y de la alimentacion y de insistir con los intentos de pedido de ayuda. “A veces con un mínimo de energía es suficiente como para intentar hacer un llamado por los teléfonos submarinos”.

El militar peruano celebró la rápida acción de la comunidad submarinística internacional y destacó que la gran clave para poder concretar el rescate es que el submarino no haya quedado a la deriva en el medio de las fuertes corrientes de agua.

“Hay que reducir el campo de búsqueda lo más que se pueda. De todos modos, la presencia de Estados Unidos nos da la seguridad de que el submarino está siendo buscado con la más alta tecnología de todo el mundo”.

Una tragedia transformada en milagro

El 26 de agosto de 1988, el submarino peruano Pacocha regresaba al puerto del Callao luego de una jornada de entrenamiento. A las 18.50, un violento sacudón cambiaría la vida de sus 52 tripulantes para siempre. El submarino había sido impactado por un barco atunero japonés llamado Kiowa Maru.

Al estar muy cerca de la superficie, un buen grupo de los marinos salió despedido al agua y pudo salvar su vida. Sin embargo, más de 30 de ellos, entre los que se encontraba Cotrina, se preparaban para protagonizar un infierno subacuático.

“El impacto nos hizo un perforado en el casco de 13 metros por 15 centímetros. Afectó dos compartimentos y también perforó dos tanques laterales de combustible. Por lo que el submarino se empezó a llenar de agua y de combustible. Aún dentro del agua se empezaron a producir incendios y cortocircuitos”, relató con angustia Cotrina.

El submarino perdió la energía por completo de manera inmediata. Sólo quedaron prendidas unas pequeñas luces de emergencia. “La avería se produjo en el compartimento que controlaba todos los mandos eléctricos. Se produjo un cortocircuito general y nos quedamos sin energía. Encima, al estar cerca del puerto, el Pacocha estaba preparado para estar en superficie, no para inmersión. En apenas 5 minutos, el submarino se fue a pique”, le agregó a Infobae.

El Pacocha cayó de cola contra el lecho marino , ningún integrante sabía a qué profundidad se encontraban. En la sala central, Cotrina, que era el encargado de la seguridad del buque, habló con el Capitán y líder, Daniel Nieva, quien le dijo “hay que salvar al personal” y le ordenó que se fuera junto a un grupo de compañeros a la sala de torpedos, ubicada en la trompa del submarino.

“Estábamos entrando a la sala de torpedos cuando de repente, el propio capitán Nieva nos cerró la escotilla y él se quedó del otro lado para ir a buscar a más gente. Él sabía que no sobreviviría a eso y eligió salvarnos la vida. Eso habló de la clase de líder que fue y nos dio el impulso para que lucháramos hasta el final. Si un capitán entrega su vida por ti, no puedes hacer otra cosa que seguir luchando”, afirmó.

Con el pasar de las horas, la sala de torpedos se terminó por convertir en el único compartimento disponible para los casi treinta sobrevivientes.

“Ahí empezó una de las etapas más complicadas. Estábamos en una oscuridad casi completa. Apenas se veían reflejos tenues por las luces de emergencias. Pedí información al personal y me puse a hacer cálculos. Nunca tuve que hacer cálculos tan difíciles en una situación tan extrema. Ahí comprendí que estábamos a unos 42 metros de profundidad”, relató.

Al ser el más veterano, Cotrina quedó al mando del grupo de sobrevivientes. Después de analizar muchas variables y de pasar más de diez horas encerrados en la sala, se decidió que la única alternativa era la de la salida a nado libre.

“Ya nos estábamos quedando sin oxígeno y nos empezábamos a cansar por la acumulación de anhídrido carbónico. Nos dieron algo de descanso unos polvos absorbentes del anhídrido, que los desparramamos por las paredes secas del submarino y limpió un poco el aire. El ARA San Juan también dispone de ese material”, afrmó.

“A oscuras, le dimos una capacitación a todo el personal de cómo hacer un escape a pulmón libre”, añadió.

El primer grupo de marinos salió a las 9 de la mañana del 27 de agosto, unas 15 horas después del impacto. “Al salir ese primer grupo, vimos cómo entraba una luz directa dentro de la sala proveniente de la superficie. Eso llenó de esperanza e ilusión a todo el personal. Pensábamos que nos habían encontrado. Después nos enteramos de que era la luz del sol, que había penetrado los 42 metros de profundidad”.

Mediante la salida en grupos, todos intentaron de esa manera precaria salir a la superficie. Cuatro de ellos no soportaron la presión del agua y murieron en el intento. En total, en la tragedia del Pacocha  fallecieron ocho tripulantes.

Cotrina fue condecorado en 1990 por la marina de su país con la Cruz Peruana al Mérito de la Marina de Guerra del Perú y su accionar fue tomado como ejemplo en toda la comunidad militar de su país.

Hoy, 29 años después de ese terrible accidente, Cotrina vuelve a sentir esa incomodidad, esa tensión, ese sabor nervioso en su boca. Más aún cuando se trata de tripulantes de un país con el que tiene un cariño particular. “Yo hice un posgrado de Ingeniería Nuclear en la Universidad de Buenos Aires, por lo que tengo un afecto especial por los argentinos”, aseguró.

Sobreviviente de una tragedia, antes de despedirse deja un mensaje de esperanza: “En este momento, ahí dentro se deben estar viviendo momentos muy difíciles, debe haber mucho sufrimiento (se quiebra en llanto por primera vez en la charla). No quiero entrar en demasiados detalles. Sólo les quiero decir a las familias que nunca bajen los brazos y que mantengan viva la esperanza hasta último momento. Que sepan que esos 44 marinos van a luchar con todo lo que tienen para volver a sus casas”.

Un comentario

  1. Es necesario poner esas frases con todo lo que estan pasando los Familiares, sobre todo un sitio Marplatense??? Me parece q deberian darle mas apoyo y horrorizar menos

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