Arte y Cultura, Música

Nuevos caminos

Presentación. Altocamet repasó Dulce calor sobre el escenario del Diagonal.

Por Mex Faliero

Imperfecto o perfecto, como reza el corte difusión de Dulce calor, el camino que ha emprendido Altocamet desde Mitad del viento hasta la actualidad es bien claro: continuar con la construcción electro-pop de canciones indefinidas, que pueden descomponerse en el aire y volver a cerrarse, ahora sí, perfectas, pero con una necesidad más firme en generar un gancho con el público. Melodías más simples y letras más directas. Y, sobre el escenario, la misma sincronización de siempre. Con estos argumentos, Dulce calor fue presentado en la noche del sábado.

Canu Valenzuela, el cantante y líder de Altocamet, definió la noche del Teatro Diagonal (con buena concurrencia) como “una bola de caramelo sobre un volcán de crema americana”. Bien uno no sabe qué significa esto, pero sí que se trata de texturas que se pueden reconocer sólo por su sonido. Un poco ese es el juego de la banda marplatense: música que impregne un estado de ánimo.

El show del Diagonal lució profesional, con un trabajo de luces riguroso aunque un poco excesivo, y un soporte en visuales que connotaba el concepto actual de la banda: muchas imágenes giradas noventa grados, algunas de ellas marcando caminos y rutas, como indicando el instante en el que se encuentra el grupo. Perteneciendo, pero a la vez intentando fugar sin una línea aparente. El show abrió con Caminos perfectos y Dulce calor sonó enseguida, para un comienzo bien arriba, mucho más rockero.

Otra situación a la que se está reacomodando la banda es a la nueva formación de cuarteto, con el citado Valenzuela más Mariana Monjeau en teclados, voces y coros (y un soporte invalorable para Canu); Pedro Moscuzza en batería; y Hernán Rehbein en bajo. No obstante, la fisicidad sónica de varias de las nuevas composiciones, alejadas bastante de la veta más lounge y relajada, disimulan los huecos tras el rompimiento de la formación en sexteto.

Si bien el show mostró el profesionalismo del grupo, también es cierto que evidenció la lógica desconexión que existe todavía entre las nuevas canciones y el vivo. Altocamet se notó más suelto en los bises, cuando recurrió a composiciones de Manzana de metal o cuando recurrió a una impecable reversión de Mitad del viento. Aún así, canciones como Disipadudas y Juguete (con la voz de Canu tomando dimensiones épicas) ya brillan por peso propio.

Párrafo aparte se merece el público marplatense, que parece no tener en claro qué es un recital de rock. Sobre el final, la banda salió del escenario pero era evidente que el show continuaba: sin embargo, varios emprendieron la retirada para sorprenderse a medio camino con el regreso de los músicos al escenario. El público es una pata indispensable para construir una escena rockera. Aquí hay varias materias que todavía se adeudan. Por suerte, una banda como Altocamet dignifica el rol del artista y demuestra que aún apelando a algo que puede sonar como más simple, se puede mantener cierta genialidad. No es una mala noticia la edición de Dulce calor para cerrar un 2010 con buenas realidades para el rock marplatense.

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