Ciudad, Opinión

Las empresas argentinas, un botín de la política

Por Roberto Cortés Conde

Tras la Segunda Guerra Mundial, la acumulación de empresas por parte de los gobiernos se convirtió en una tendencia global. Este escenario internacional se correspondía a la perfección con la visión de Juan Domingo Perón, quien creía que el Estado debía tener un papel importante en la economía.
Todo comenzó con la nacionalización del comercio exterior, y del Banco Central y toda la banca en 1947, además de decretar la propiedad del Estado en todas las riquezas del subsuelo. Esos pasos abrieron camino al primer Estado empresario argentino. Finalizada esa gestión, las consecuencias de estas políticas se agrupan en tres grandes tendencias:
E Las empresas de servicios en manos del Estado mantuvieron tarifas a precios por debajo de sus costos. Esto respondió a necesidades políticas ya que así se resguardaron los salarios de los trabajadores, a costa del déficit de estas empresas. El rojo se pagaba mediante el Tesoro Nacional o mediante subsidios que se obtenían emitiendo redescuentos a través del Banco Central. Esto incide obviamente en la inflación.
E Hubo un perverso efecto sobre la inversión. Con el bajo nivel de recursos disponible, proveniente de tarifas por debajo de los costos operativos, no hubo inversión ni importación de insumos y nueva tecnología. Durante esos años, a los que se suman los de la guerra, todas las empresas quedaron obsoletas. Y se produjo luego una gran crisis en el final del período de Perón. Lo detalló claramente el informe de Raúl Prebisch, que detectó que no había luz, transporte ni otras formas de energía como para mantener en marcha a la industria.
E Las empresas administradas por el Estado se convirtieron en presa fácil de las necesidades políticas. Mientras que en algunos organismos públicos existía cierto rigor y control presupuestario, estas nuevas empresas en manos del Estado manejaron sus recursos como si fuesen privadas, asignando sueldos mayores a los estatales y actuando con discrecionalidad en el gasto en general. También se convirtieron en prenda de cambio de favores políticos, entregando puestos que incrementan la plantilla de personal muy por encima de lo necesario para funcionar. De esta manera aumentó el déficit de las empresas, como sucedió en años siguiente con YPF, con Aerolíneas, y como volverá a pasar.
En el mundo hay excepciones, se trata de países con fuerte presencia del Estado en algunas empresas, como sucede en Francia, donde tienen un régimen de administración eficiente, con personal capacitado en las mejores escuelas de administración. En la Argentina, las empresas han sido sin excepción un botín de la política, ocasionando un notable deterioro de los servicios que deben prestar, y de bienes de capital que deben resguardarse.

* Historiador económico y Profesor Emérito de la Universidad de San Andrés (Udesa).

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