El congelamiento de precios que se comprometió a hacer cumplir la Secretaría de Defensa del Consumidor y la secretaría de Gobierno, ha quedado literalmente pulverizado por los hechos, y ahora encima impactado con el aumento de los combustibles de todas las petroleras.
A la ciudad con mayor desocupación del país, que toca los dos dígitos, más la decepcionante temporada turística alta, arroja resultados que eran de esperar, si además tenemos en cuenta que la actividad pesquera, se encuentra con un nivel mínimo de producción.
Lo cierto es que a pesar de ser principio de mes, los comercios céntricos, han adelantado el horario de cierre de sus locales, cuyas persianas comienzan a bajarse a partir de las 20.00. El frío del congelamiento, se ha comenzado a sentir en el frío de las cajas diarias, sin exclusiones, se registran serias caídas en las ventas de los comercios.
Según lo manifestado por comerciantes los precios siguen aumentando, cuando bajan la mercadería de los distribuidores, aparecen nuevas marcas, desaparecen otras tradicionales, hay menos descuentos y bonificaciones, la gente ya financia sus gastos en alimentos con su tarjeta en cuotas, mientras espera la salvadora Moreno Card.
Hay que tener en cuenta que la inflación oficial del INDEC creció 0,7 % a pesar del congelamiento, mientras que el índice que miden los privados trepó al 1,5 % en el mismo mes, con lo cual se vive el mismo escenario que en el mes anterior a la de la puesta en vigencia del congelamiento.
Mientras se pide la emergencia en seguridad, no sería para nada descabellado ir abriendo el paraguas para afrontar una dura realidad económica, con alto impacto en la vida social de la ciudad, que además tiene altos índices negativos en otras dos actividades a las ya mencionadas, la inmobiliaria y la construcción, está última con la paralización total de la obra pública.
No voy a negar la realidad de que el congelamiento no se cumple y que el naftazo le dio el golpe de gracia a esa situación.
Pero el cierre anticipado de los comercios está más bien relacionado a la inseguridad. El público no circula después de las 20 porque la calle se puebla de delincuentes. En moto, en bicicleta, a pie o en auto, estas ratas salen de sus cuevas periféricas a pescar víctimas al voleo. Y los patrulleros, los pocos que aún quedan “sanos”, no se ven.
El comerciante, al tanto de esta situación y en su propia defensa, baja las persianas a esa hora para protegerse. Sabe que no va a recibir clientes en ese horario porque la gente no deambula por miedo, y el dueño de un negocio sabe que no conviene arriesgarse..
No mezclemos los tantos.