Arte y Cultura, Variedades

Dos formas de leer el mundo

Chicas. Una de las obras de Siverino, que se ve en el Paseo de la Imagen II.
Chicas. Una de las obras de Siverino, que se ve en el Paseo de la Imagen II.

Por Virginia Ceratto

Inaugurada recientemente, hasta fin de mes continúa en el Paseo de la Imagen II del Teatro Auditórium la muestra Dos artistas. Dos miradas dibujos e ilustraciones, respectivamente, de Alejandro Bonzo y Mariana Siverino. Dos formas de leer el mundo y traducirlo desde la experiencia única e intransferible que digita a la percepción.

Alejandro Bonzo reside en Buenos Aires, se formó en el taller de Pablo Suárez y se perfeccionó con Gumier Maier. Desde los dibujos en pequeño formato, se ahonda, detallista, minucioso, en los artefactos, cuerpos y objetos cotidianos y su revelación los transfigura a tal punto que (nos) los distancia, seguramente, para enfrentarnos con nuestra condición de “sujetos” al borde del drama, en el sentido literal griego: dram= acción. ¿Qué hicimos o qué haremos en relación con ellos? ¿Quedamos fuera o estamos irremediablemente involucrados?

Mariana Siverino, argentina radicada en la República Federal Alemana, se inició en Mar del Plata con el artista Daniel Besoytaorube, se perfeccionó en Alemania con Michail Korvach, actualmente estudia en la Universidad de Artes Técnicas de Hamburgo y es la responsable de la comunicación visual de la Compañía La Corte de los Milagros. Muestra ilustraciones de jovencitas a las que el maquillaje no les tapa el alma y se anima a una suerte de expresionismo en donde el trazo fuerte revela y devela la pulsión de esas “Chicas” -tal el nombre de la serie- al borde, siempre “a punto de”…

Las suyas son adolescentes perennes con el dedo en el gatillo, armadas desde una belleza fatal -en el sentido de lo que no tiene remedio- que está denunciada desde los mismos materiales de realización (previa a la impresión): esmalte, maquillaje, crayones. Ellas están ahí y nos desafían a algo más que ser miradas. Siverino nos propone la pulsión de lo parcial, la belleza inconquistable de “la falta”, lo que siempre está a punto de estallar.

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