Política

Cuando impera la mentira todos tendremos razón más nunca la verdad

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Punto de partida. El desencuentro en el conflicto docente que motivó que los chicos estuvieran en casa con excesivas vacaciones y padres esperando demasiado, sin una acción propia, quizás perdidos en las dudas de una discusión obscura y con acusaciones cruzadas.

En archivo, 8 páginas de informaciones varias sobre el conflicto. Poco, en relación a todo lo que salió de boca de unos y otros. Mi verdad es que no encuentro razones. Ahí está el presupuesto 2014 de la provincia, con más de 180 mil millones de pesos. Para educación, más de 53 mil millones y necesitado sólo de 800 millones para solucionar un problema magnificado de tal manera que nada lo iguala con otro del pasado. Todo un record en una triste estadística que conforma una larga lista no de errores, horrores argentinos. No hay respuesta razonable a tanto tiempo sin clases. Pero, la solución y un casi “aquí no pasó nada” ¿dará una solución global? La educación amerita una búsqueda en serio. No sólo encontrar cantidades ¿Cómo andamos en calidad? Lo que se observa, en cuanto a la formación, es que deforma la posibilidad de un futuro en verdadera libertad. Entendida con derechos, pero asimismo con responsabilidades. Así se llega a la mayor contradicción. La provincia más rica, con el gobierno más pobre en gestión, el de Scioli, el porteño. Eso sí, fuerte candidato presidencial para 2015, con una campaña que pagamos todos.

Pero, más allá de un tema puntual, lo de todos los días. Los discursos que no dejan de ser vacíos enunciados si sólo apuntan a las consecuencias y a los diagnósticos que no derivan en la cura, sin prevención alguna, y la enfermedad que nos gana sin pedir permiso.

Y ahora, la cabeza del país. Pero hete aquí que tenemos dos. Una presidente, la de anuncios oficiales que dejan de tener fuerza en la medida que el vocabulario viene de la mesa de café. La otra presidente. La que todos los días baja de su función para convertirse en una común ciudadana desde el twitter, opinando sobre consecuencias de lo que se dejó de hacer y de lo cual no se hace cargo. En realidad, luego se convierte en una sola si el lenguaje usado, aquí y allá, emerge de la reunión del bar. Y no es que desprecie estas charlas. ¿Quién no la vive y la disfruta? Ahí, en esa reunión, largamos todo. Hacemos catarsis, sin aceptar culpas, ya que aquí no vale una terapia en serio donde se pueda hacer frente a nuestras propias acciones y las responsabilidades a partir de ellas. Esencialmente los que lideran la mesa. La terapia en serio comienzan con la culpa de los ancestros, no de nosotros, pero después se viene la carga de lo que hicimos. Eso significa crecer. Sacarnos los pañales.

Linchamientos y golpes como actos de venganza. A esto también se refirió la presidente. “Tenemos que entender que necesitamos miradas y voces que traigan tranquilidad, no voces que traigan deseos de venganza, de enfrentamientos, odio, eso es malo”, afirmó la Presidenta”. Perdón ¿qué pasó con Cobos? La señora Cristina ordenó no aceptarlo como presidente de la comisión de educación en recuerdo de la 125 y su voto no positivo. ¿No huele a venganza, enfrentamiento, odio? Eso es malo. Decir una cosa y hacer otra, es otra mentira. Pareciera que no solo “Clarin, miente”. Todos mentimos, según el concepto del otro. Y la gente esperando lo justo a través de la verdad que nos ampare a todos.

Y la seguridad. Ahora todo da vueltas alrededor de ver qué es un vecino mata a un supuesto ladrón. Hasta escuché que no es un vecino, es un asesino. En todo caso será un vecino asesino, obvio. Simple distracción. Mientras tanto, las causas, en esta absurda discusión, quedan en el olvido. Pasará de moda sin buscar que no ocurran, ni el robo, ni el asesinato.

“El que se siente en la periferia, siente que la sociedad le ha soltado la mano”, dijo la mandataria en Twitter al aludir a los linchamientos y a la inclusión social.  Diez años de su modelo para llegar a esto. Ni una palabra sobre falencias propias en este tiempo.  Mientras tanto. Nuevos ricos sin que se sepa cómo… Bueno, quizás lo sabemos pero lo ignora la justicia y los organismos del Estado que deben cuidar a todos, no a algunos en particular, para que exista una real distribución de la riqueza y así una efectiva inclusión social.

Allá, en el pasado argentino estaba aquel que desde lo más humilde, si lo quería, podía hacer que sus hijos estudiaran en la Universidad, para ver luego a “mi hijo, el doctor”. Pero, había que trabajar y hoy todavía se puede, pero está la contracara. Los que no quieren y son alentados a esto. Personalmente digo que no es todo cierto lo de políticas de inclusión si en el camino uno tuvo que escribir a responsables del Estado sobre desigualdades dentro de las propias instituciones y entidades estatales. La discriminación está. Este está calificado porque pertenece a tal sindicato, pero aquel, que está al lado, que limpia, vigila, etc., no es un igual aunque trabaje en el propio lugar. El pago en negro (no remunerativo, no bonificable y otras trampas salariales). Otra desigualdad que también se suma desde el propio Estado. Mal y fundamentalmente los funcionarios que actúan de tal forma. Pero lo sabemos nosotros, el común de la gente. Esto es como la droga. Vecinos que saben dónde, menos los que tienen que actuar.

Y a propósito de droga y narcotráfico. Aquí también las culpas de los demás, escuchando, en medios de comunicación, palabras de aquí y de allá, conforme a mezquinos intereses supuestamente políticos, que no son tales sí sólo apuntan al poder por el poder mismo.

Alguien podrá indicar que uno se ensaña con la primera mandataria. Recuerdo que ella se postuló para la función y ahí está para dar respuestas a los demás, no a su creciente patrimonio. Y esto, en el reparto de la torta, es ensañarse con los habitantes del país. Y otra vez el tango, tomando una licencia en la intención del autor, ya que nos sirve. “Verás que todo es mentira, veras que nada es amor…”. Y cuando el amor bien entendido, el que sabe dar no existe, impera la mentira, para tener una razón individual y mezquina que nunca nos dejará encontrar una verdad común. La que abrace la educación, la seguridad, la igualdad y la tranquilidad. Nos hace falta. Son nuestros derechos humanos de hoy.

Perdón por la crudeza, pero son mis razones, lo que ojala fuera una sarta de mentiras.

MIGUEL TOSCANO

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